Siempre que voy a una boda me pongo a observar la dinámica de los novios, de las familias de los novios -que es casi tan importante como la de los cónyuges en ciernes- y todo lo que se mueve alrededor de ellos. No lo hago de forma crítica ni para predecir nada, sencillamente siempre me ha gustado observar el comportamiento humano.

No voy a negar que en las bodas la observación casi siempre se orienta hacia ‘¿dónde y cómo estarán estos novios en veinte años?’ Hay veces en que me los imagino tal y como los veo ese día, felices, sin una pena en el alma, bailando y gozando. Los veo coqueteándose uno al otro como si estuvieran solos en el mundo, los veo disfrutando la compañía de su pareja. Eso no siempre me ocurre.

Hay ocasiones en que lucen tensos y supongo que es normal pues atender a un gentío y ver que todo transcurra sin inconvenientes debe ser preocupante. Y digo debe ser porque yo vivo agarrada al lema de que “es solo una fiesta” y no hay que darle tanta vuelta al asunto.

Aunque de la impresión de que me concentro en los asuntos festivos en realidad estoy viendo más allá del bailongo, lo que ocurre es que ese es el tipo de interacción del momento y lo único que me queda para definir en mi mente algo del futuro de la pareja.

No tengo la fórmula perfecta para que una relación perdure en el tiempo, creo que son pocos los que la tienen, sin embargo, hay ciertos detalles que veo en muchas parejas de largo alcance que se repiten. Uno que me llama la atención es la diferencia de carácter entre los personajes que forman la pareja. Para ponerlo de forma práctica veo que uno es tuerca y el otro tornillo. Imagínense lo que sería una caja de herramientas llena solo de uno u otro. No podríamos reparar absolutamente nada.

Es por eso que concluyo que las parejas más exitosas son aquellas compuestas por individuos bien diferentes que más que competir por brillar en lo mismo, se complementan. Algo así como que a uno le gusta cocinar y al otro comer, por ponerlo aún más fácil. Estoy segura que ustedes entienden que esto va mucho más allá de la cotidianidad, es un asunto existencial.

Sin embargo, hay que tener cuidado en que las diferencias se complementen y no riñan entre ellas. Tiene que haber convergencia en los principios generales de vida. Deben ver hacia el futuro e imaginarse un destino similar. Quizás caminos ligeramente diferentes para llegar a él, pero el punto de reposo final es el mismo. Al seguir rutas que no son idénticas -pero que convergen lo suficiente como para los caminantes no olviden lo bien que se siente caminar agarrados de la mano- ambos aportarán pequeños regalitos que encuentran por el camino. ¡Y qué maravilla que luego de la curva te reciban con un regalo!

Es así como se forjan relaciones duraderas, admirando aquello de lo que nuestra pareja tiene mucho y aportando lo que necesita para ser un mejor ser humano. Dando y dando dicen por ahí. Y lo voy dejando aquí para que ustedes hagan sus propias observaciones.