Irving Link era un señor bastante normal y corriente que empezó la vida en una familia con muchas limitaciones económicas y llegó a tener mucho dinero incursionando en diferentes industrias y empleos para luego perderlo y más adelante volverlo a ganar. Nada extraño, nada anormal, una vida común y corriente. Conoció a muchísimas personalidades, desde artistas de cine hasta Jimmy Hoffa, aunque este último le ocasionó varios sinsabores.

Lo que hizo que este señor no se considerara “normalito” fue que, en su tercera edad, y por casi 40 años, desarrolló una rutina diaria, idéntica e inamovible de ir al Hotel Beverly Hills donde desayunar lo mismo cada día mientras leía el periódico, visita al SPA, luego a la piscina por el resto de la mañana donde se sentaba a conversar con los demás bañistas y/o a jugar cartas. Cuando el hotel cerró por remodelación mudó su rutina al Hotel Península. Salía de su casa caminando pues había comprado su propiedad en Rodeo Drive en el año de la pera cuando costaban la mitad de lo que cuesta un carro hoy en día.

Link vivió 101 años y jamás nadie lo vio despeinado, ni mal vestido. Su atuendo diario, con su saco impecable, camisa de mancuernas y un peinado que le hacía su barbero de confianza eran parte de su sello personal.

Ustedes se estarán preguntando a qué viene este cuento de un señor que nadie conoce y que murió en el año 2007. Pues bien, es la historia de mi vida. Leí una cita que decía “si no evoluciones con el tiempo, te vuelves viejo con el pasado”. Llevaba la firma de Irving Link. La cita me pareció muy buena. Pero quién es esta persona, me pregunté y salí en una pesquisa por el universo Google a ver qué encontraba. Lo encontré, pero no fue fácil enterarme de su historia pues casi todas las referencias venían de artículos periodísticos de importantes medios que requerían que estuviera suscrita para poderlos leer. Y, a fin de cuentas, pagar para enterarme de la vida de un tal Irving en Los Ángeles, no me pareció necesario. Pero soy terca y necia y seguí buscando hasta que encontré lo que buscaba.

Quizás esto de evolucionar es algo que todos saben, pero muchos no practican. Seguro ustedes conocen una o varias personas que se rehúsan a caminar hacia el futuro. Y, no es que recordar el pasado tenga nada de malo, yo amo traer mis memorias a mi diario vivir, es quedarse trabado en el futuro, no aceptar lo nuevo, no aprender lo que se necesita para sobrevivir en este universo cambiante que exige adaptación a diario.

Lo interesante es que a simple vista Link parecía un viejito de los tiempos de antes por su forma de vestir y de conducirse, por sus rutinas diarias propias de alguien entrado en años, lo que nos lleva a concluir que “las apariencias engañan” pues dado que estuvo sujeto a varios reveses económicos supo en cada ocasión aprovechar las oportunidades que vio a lo lejos, cambió de rumbo, se adaptó y logró una vida cómoda que le permitió pasarse 40 años tomando el sol en la piscina de los mejores hoteles de Los Ángeles, California.


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