Yo no sé si a ustedes les ha ocurrido que de repente, sin motivo ni razón, se les pierde un día. Supongo que alguna vez en la vida me habrá pasado, pero no recuerdo que haya sido muy trascendente. De repente un domingo que se pasa más rápido de la cuenta y cuando amanece el lunes uno abre el ojo pensando que sigue siendo día de asueto, cosa que rápidamente queda aclarada cuando el tumulto de cosas anotadas para el primer día de la semana le cae a uno como un torrente de agua fría.
Sin embargo, lo que me ocurrió hoy martes me ha preocupado ligeramente pues suena a “doñita desmemoriada” o algo parecido. No niego que cuando le di vueltas al calendario de esta semana me asaltó el temor de que había muchos cuadritos pintados. Demasiados. Pero luego del susto inicial, yo misma me daba un par de palmaditas en la espalda mientras me aseguraba que no sería ni la primera ni la última semana taqueada de obligaciones. ¡Tu puedes, Julieta! Es la consigna en estos casos. Vas a estar derrengada cuando cierres la semana, pero sobrevivirás.
Desde hace más de un mes recibí notificación de que el miércoles 26 de junio tendría lugar Mosaico, evento anual de la Sinagoga Kol Shearith Israel que consiste en una serie de Mini ponencias de reconocidas personalidades del medio. Es interesantísimo pues conoce una de muchas disciplinas en un par de horas a través de las experiencias personales de los expositores.
Pues, muy bien, el evento anotadísimo. La sinagoga posteando recorderis en sus redes. Yo clarísima de que esto ocurriría el miércoles 26. Invité a alguien y todo en orden. Excepto que el lunes en la noche puse el despertador para que sonara poco antes de que saliera el sol ya que el evento es temprano en la mañana. Saqué la vestimenta que quería ponerme para no tener que encender muchas luces y no molestar a mi marido. Me acosté convencida de que hoy martes —día en que les cuento esta historia— era miércoles. ¡Vaya usted a saber por qué!
Salí de mi casa con suficiente tiempo para evitar el tranque matutino que se forma en mi calle, le mandé un chat a la persona que me envió el boleto “nos vemos en un rato” y llegué bien “chaineda” al destino. Cuando iba caminando hacia el salón… ring, ring… “amiga, el evento es mañana”. ¡Plop! Y lo mejor del caso es que mi invitada sabía que era mañana, la única perdida era yo.
Para rematar, conjuntamente con la pérdida del día, programé recoger a un personal para llevarlo a la finca a ver un trabajo… ¿para cuándo? Para el miércoles, por supuesto, que es el día de la conferencia. ¡Auxilio, socorro! Díganme cuáles son las probabilidades de que una persona forme tal zafarrancho, así sin saber leer ni escribir. Hay que tener talento. No es cualquiera que logra ese desbarajuste. Mientras escribo esto estoy frente a mi computadora respirando hondo a ver si se me aclara la mente y consigo resolver el resto de la semana sin hacer más desastres.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
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