En esta vida hay distintos tipos de celebraciones. Hay nacimientos, cumpleaños, graduaciones. Todas son importantes, pero pocas como comprometerse a pasar el resto de la vida con una persona, pocas como casarse.

Y digo pocas porque esta es una de las pocas decisiones propias y deliberadas que uno toma en la vida. En ocasiones puede ser impulsiva, pero cuando es bien pensada y tomada con toda la calma que algo tan importante merece es aún más hermosa.

Eso es lo que celebra hoy mi hija Ximena. Un matrimonio producto de un noviazgo que apareció en su vida cuando el mundo como lo conocemos parecía estarse desmoronándose. Corría plena pandemia -y cuando digo plena, es plena-, en el momento que Hugo apareció en su vida. Y se asomó desde lejos. Ambos mirándose por dentro y por fuera con todo el detalle que la madurez permite. Caminando lentos hacia lo que eventualmente se convirtió en una relación sólida que se apoya en valores y gustos comunes.

Los primeros meses requirieron de un corazón abierto y a la vez escrutador de ambas partes. No hubo encuentro presencial hasta bien cementada la relación; la pandemia no lo permitía. No fue obstáculo. Así son las cosas cuando uno sabe lo que busca en la vida. Cuando uno ha vivido experiencias de aquí y de allá, y ve muy claramente el rumbo a seguir.

Hoy en mi familia celebramos este evento con gran alegría en el corazón porque hemos visto que los dos senderos que se fueron uniendo poco a poco, hoy desembocan en un solo, y quienes lo recorren van con paso firme hacia un futuro que seguramente presentará retos como suele ocurrir en la vida, pero que con la fuerza de la unión siempre logran superarse.

No es un secreto que cada hijo es diferente, cada uno mira la vida de distinta manera y no siempre con el mismo lente que los padres. Hay días en que sentimos que no los entendemos, pero con el tiempo vamos descubriendo que distinto no quiere decir ni malo ni incorrecto, es sencillamente eso: distinto. Y muchas veces son ellos en ese recorrer sus propios caminos quienes nos muestran bondades en la vida que no habíamos descubierto con nuestros propios ojos.

Es en días como hoy, que son maravillosos, que Toño y yo confirmamos que la vida nos ha premiado con el regalo de tener a Ximena. De tenerla con sus risas y sus gritos, y sus rebeldías y su alma pura capaz de perdonar y amar a Dios. Confirmamos que ha sido nuestra gran profesora y que hoy al verla convertida en la mujer que todo padre ha soñado tenemos mucho que celebrar.

Además, hoy suma a nuestra familia a un personaje que hemos visto embonar en su vida a la perfección, así como esas piezas de un rompecabezas en que cada curva, cada recta y cada color completan una imagen hermosa.

Así, al ver el cuadro de esta familia ecléctica y un poco loca no puedo menos que decir que hoy es un día maravilloso y que solo me queda desearle a Hugo y Ximena que cada uno de los que siguen sea igual de fantástico. Que se inventen mil aventuras y que al final de cada jornada se miren y confirmen que tomaron la decisión correcta: es juntos que quieren pasar el resto de sus vidas.


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