Casi siempre al referirnos al camino de la vida hablamos de las piedras que aparecen en él, olvidando que la ruta ofrece, con frecuencia, regalos estupendos. En la gardenia, se combinan rasgos que admiro, no solo en la naturaleza, sino en las personas también. Me fascina observar el arbusto fuerte, con sus hojas robustas y brillantes. Su flor es delicada con pétalos que se abren generosos para compartir el delicioso aroma, pero no se dejen engañar, es recia y duradera. Basta una para perfumar cualquier habitación.

La simbología que ostenta es fascinante. Denota paz, pureza, espiritualidad, a la vez que se la ve como portadora de energía, amor, fortaleza y armonía. Es completita. Pero, hoy no vine a conversar sobre flores perfumadas y sus virtudes sino sobre un personaje que apareció recientemente en mi vida como una gardenia. En realidad, se atravesó hace muchos años, pero fue hasta ahora disfruté su aroma.

Nicolle Marie Vallarino se cruzó en mi ruta hace más de veinticinco años como parte del grupo de amistades de mis hijas. En el 2002, cuando editaba A la mesa, tuve oportunidad de entrevistarla pues fue la invitada de nuestra revista número 25. Conversamos, se tomaron fotos de sus platos y me contó un poquito de la historia de su emprendimiento recién abierto, Nicolina Salydulce. Cuando le pedí tres palabras que la definieran me contestó: “honesta, responsable y muy, pero muy sincera”.

Al inicio de este año 2021, y todavía con el país en plena pandemia, me llamó para invitarme a ser la editora de un proyecto que tenía entre manos. Un libro de cocina. Yo, que soy igual de sincera que ella, le contesté: llevo un año encerrada y no saldré de mi casa hasta que me vacune. Ella me dijo, no importa, lo haremos remoto. Toda la parte presencial, llámese fotos y demás, la coordinaría y supervisaría ella. Sentada frente a mi computadora pelé los ojos pues no entendía muy bien cómo se lograría. Todavía cuando recuerdo aquella conversación pelo los ojos.

¡Ajá! ¡O.K.! Un libro de cocina con recetas, fotos y otros detalles… Mmm. No sé. Dudaba. Sin embargo, su afirmación inicial vino seguida de un punto y coma. Ella quería que este libro fuera el vehículo para contar su historia. La historia de una persona discapacitada que no ha permitido que la discapacidad trunque sus sueños. Mmm… de nuevo. Me puso a pensar. Ayudar a contar historias sí es lo mío. Más aún cuando son historias de gente valiente y, sobre todo, cuando la diseñadora, y quien me refirió para el proyecto, era Maité Castrellón con quien llevo años trabajando.

¿Qué les puedo decir? Nos tiramos de cabeza en la olla, sin saber que además de honesta, responsable y sincera, Nicolle es una máquina imparable que no sabe andar despacio. Fue así como en un santiamén llegaron recetas y cuentos sobre ellas, historias familiares, fotos de platos y mesas tomadas en destinos tan apartados como Palenque y Bambito; Fue una maratón. Ha valido la pena.

Nicolina Salydulce, el libro, acaba de llegar. Yo, al recibirlo, hice lo que siempre suelo hacer antes de abrir un libro que me emociona, pasé la mano despacio por la portada para sentir la buena vibra que albergan sus páginas, en este caso la historia de Nicolle, salpicada con recetas que llevan “sabor casero, buena sazón y son muy coloridas” (esto también me lo dijo en 2002). Ya ven como sin preaviso, la vida te pone una gardenia en el camino.