Hace poco descubrí una cuenta de Instagram bajo el nombre wmcmf (Web del maestro CMF) en la cual hay cortísimas conferencias de personas expertas en docencia. Algunos son profesores otros consultores en temas relacionados con la educación y escuché un par de estas charlas. No tenía tiempo para quedarme allí más de unos pocos minutos pues tenía tareas que completar, pero lo que vi me gustó mucho. Laura Lewin habló de forma muy divertida de la importancia de que los muchachos lleguen a su máximo potencial.

La educación se sigue centrando en presentarles información que de una forma u otra deben memorizarse para presentar una prueba. Todos conocemos ese método, crecimos con él y sabemos que mucho de lo que aprendimos para un examen se lo llevó el viento y no encontró albergue en nuestra memoria a largo plazo.

Entre las cosas que mencionó sobre como logar motivar a los jóvenes a aprender, a grabar información que pueda sacarse de nuestro cerebro dentro de cinco años, dentro de diez, cuando tengamos ochenta años dijo la frasecita del título. Lo menciona pues considera que en un salón de clases frente a la información que comparte el maestro o profesor los alumnos están pensando “y esto ¿para qué me sirve?”. Todos alguna vez hemos albergado ese pensamiento. El que diga que no, miente. Yo lo pensé mil veces en la clase de estadística que tuve que tomar en la universidad y que se componía de un millón de fórmulas que nos debíamos aprender de memoria y luego saber para qué se usaban.

En todo ese tiempo no obtuve una respuesta válida a mi pregunta. Y hubieron de pasar unos diez o doce años para que frente a un problema que debía resolver en mi trabajo finalmente me cayera el real de que lo que necesitaba era una de aquellas fórmulas del profesor de estadística. El problemita era que no me acordaba cómo era la dichosa fórmula. Un poco como el chiste de Pepito con las tablas de multiplicar que se sabía la música, pero no la letra. Yo sabía qué fórmula necesitaba, pero no la recordaba, y como era antes del Internet tuve que hacer varias llamadas y consultas para conseguirla.

Yo asumo que eso era exactamente lo que la conferencista nos quería explicar: que hay formas efectivas de enseñar y otras que no lo son tanto pues no motivan positivamente al alumno. Y parte de esa motivación viene de ponerle sal y pimienta a lo que estamos enseñando. Ojo, que estas son conclusiones propias y quizás si la doctora Lewin leyera esto me diría que ese no era su mensaje, pero siguiendo su línea de pensamiento, ella le puso sazón a su charla y yo me divertí escuchándola y quedé con ganas de aprender más sobre el tema.

A todos nos interesa la educación, es la única forma de lograr que las naciones progresen y que se alcance un cierto grado de igualdad entre sus ciudadanos, pero hay muchos educadores perdidos en la nebulosa, aplicando métodos obsoletos que de jamás llegarán a motivar a sus alumnos. ¿Cómo arreglamos esto?

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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