13Teniendo, como tengo, cuatro hijas mujeres, se podrán imaginar que en nuestra vida no faltó una dosis adecuada de coleras, floristas y todas esas cosas que son parte de una boda. Siempre nos daba una gran emoción de verlas bellas con sus trajes de encaje o de tul, o de quién sabe qué; sus peinados con cintas y sus ramitos, canastas o topiarios, según exigiera la ocasión. Prevalecía el sustito permanente de que se retacaran, cosa que ya no es tan grave como antes, pues el protocolo ha cambiado y el que no quiere caminar, pues que desfile cargado. No pasa nada.
Cerrando el mes de marzo le tocó el turno a Victoria, la número cuatro, la del mero centro entre los siete nietos que hemos acumulado hasta el momento, ser florista en una boda. El vestido era divino y ella se veía como una princesa de cuento de hadas. Yo, como buena abuela necia que soy, le pedía a la novia que me mandara la música con que desfilaría para llevarla bien practicada.
Por varios días regó pedacitos de servilleta que sacaba de un plato hondo por toda su casa y la mía, y la verdad llegó pilas al evento. Sin embargo, cuando empezó la música ella añadió al asunto un pasito así como medio bailadito, y no sabemos qué instrucción le dieron antes de salir, pero los pétalos no llegaron a la alfombra. Nadie los echó de menos. El bailecito sustituyó de maravilla cualquier otra cosa que nosotras hubiésemos planeado con anticipación.
Iba sola la princesa y ni eso la amedrentó. Muy orgullosos estábamos los abuelos. Supongo que los papás también. Pero todo este cuento viene a razón de que como dice la canción “parece que fue ayer” que las que desfilaban por la alfombra roja eran su mamá y sus tías. En qué momento han pasado treinta y pico de años.
Esta misma sensación me embarga cuando me encuentro con alguna de las niñas que formó parte de mi corte. Son mamás, tienen hijos grandotes que ya van graduándose de secundaria y pronto estarán como yo, viendo a sus nietas repetir lo que ellas alguna vez hicieron. ¡Es increíble!
Entonces así como treinta y pico de años se pasan volando, el resto de la vida hace lo mismo, así es que tenemos que estar atentos para que no se nos quede nada importante en el tintero, porque tenemos la manía de andar posponiendo cosas que matamos por hacer por razones que al final no son tan importantes como pensamos.
¿Sueñas con algo? ¡Hazlo y punto! Momentos hay, solo hay que organizarse. Que nos falta dinero, pues a sacar la cuenta de cuánto nos gastamos en pendejadas, sí, en pendejadas, y veremos que más bien nos sobra; que nos falta tiempo, pues calculen si podrán cumplir ese sueño con 10 años más sobre los hombros. Por ahí va la cosa.
Voy a poner la foto de mi nieta-florista en algún sitio donde pueda verla a diario, o varias veces al día, quizás en la pantalla del celular -si logro descifrar la metodología para hacerlo- para que cada vez que me ataque la tentación de posponer algo que verdaderamente quiero hacer, su imagen me recuerde que ya no tengo ni 15 ni 30 ni 40 años y que el tiempo se va acortando. Quizás así pueda ir tachando un montón de cosas que tengo en la lista de pendientes.