Cumplí 40 años a finales de agosto. Y aunque habría podido ser el momento perfecto para una crisis de la mediana edad, para mí, es solo una excusa más para celebrar con Lorenzo.

Antes, cuando pensaba en cumplir 40, me preocupaba un poco. ¿Estaría en un buen lugar? ¿Lograría mis sueños? Pero al ver a mi hijo todo adquiere un matiz más real: soy feliz. Lorenzo me hace reír todos los días, especialmente con su chiste favorito: “Qué le dice un caballo a otro caballo en mitad de la noche: ¿Qué vamos a desayunar?”.

La paternidad a los 40 no es como la pintan en las películas de crisis de mediana edad. No estoy pensando en comprar un auto deportivo ni en teñirme las canas (aunque, admito, ya estoy ahumando carne como si no hubiese un mañana). Más bien, me encuentro cuidando más de mi salud, y no porque tema envejecer, sino porque quiero estar presente para Lorenzo por muchos años más. Ahora mis preocupaciones son más de adulto: ¿Estoy haciendo suficiente ejercicio? ¿Estoy comiendo bien? ¿Cuándo fue la última vez que fui al médico? Cosas que nunca pensé que estarían en mi radar ahora son clave.

Mi pequeño, sin darse cuenta, me ha enseñado mucho sobre vivir el momento y disfrutar de las pequeñas cosas. Su entusiasmo por la vida me recuerda que no todo es tan serio. En sus ojos, soy el papá perfecto, incluso cuando cometo errores o no sé todas las respuestas a sus infinitas preguntas. Y eso es lo que realmente importa.

Parte de cumplir 40 también ha sido reflexionar sobre mi rol como constructor del futuro de mi hijo. Antes, los ahorros, los seguros y la estabilidad financiera eran cosas que consideraba lejanas. Ahora, son prioridades. No solo quiero garantizar un buen mañana para mí y mi esposa. Me esfuerzo en ahorrar, en planificar y en asegurarme de que, pase lo que pase, Lorenzo tenga la mejor oportunidad para un futuro brillante.

También, reconozco que tengo muchos privilegios. He tenido acceso a una buena educación, a oportunidades laborales y a una red de apoyo sólida. Intento que Lorenzo también entienda esto, que valore a su familia, a sus privilegios, que sea consciente de las desigualdades y que use sus ventajas para ayudar a otros.

Cumplir 40 años no se trata de lamentar lo que no he hecho, sino de celebrar todo lo que he vivido y aprendido. Y, sobre todo, de disfrutar cada momento con Lorenzo. Porque ser papá a los 40 no es una crisis, es un regalo. Y qué mejor manera de celebrarlo que riendo con mi hijo y contándole, una vez más, que su chiste del caballo es el mejor que he escuchado.

Así que aquí estoy, abrazando los 40 con una sonrisa, una mejor rutina de ejercicios, una mejor alimentación y, lo más importante, con el amor incondicional de mi hogar. Porque al final del día, la verdadera medida del éxito es la cantidad de risas que compartimos y los momentos felices que atesoramos. Y en eso, mi esposa, mi hijo y yo somos millonarios.

Mi propósito ahora es ser el mejor papá posible, construir junto con mi pareja un hogar fuerte y amoroso, enseñarle a Lorenzo los valores que consideramos importantes y asegurarnos de que tenga las herramientas necesarias para enfrentar el futuro con confianza. Y si alguna vez me siento perdido en medio de esta “crisis”, siempre puedo contar con Lorenzo para recordarme lo que realmente importa: qué es lo que le pregunta un caballo a otro en medio de la noche.