Desde que Lorenzo empezó la escuela, las noches han sido afanosas. A las 7 y tanto hay que cortar el mambo, y enviarlo a la ducha, sacarlo, llevarlo al cuarto, pijama, tetín, cepillada de dientes, bajar revoluciones, escoger un cuento, leerlo, conversar, dormir e intentar no contagiarse del sueño. En una de aquellas noches, cuando estábamos prestos a apagar la pequeña lámpara de mesa, la criatura soltó esta perla:
-Mami, ¿por qué estoy vivo?
Han pasado dos años desde la última vez que relaté la crianza de Lorenzo en este espacio de la revista Ellas. Aquellos días narraba la cotidianidad de ser un padre en casa a cargo del cuidado diario de un bebé. Mucho ha cambiado desde entonces.
Además de que “el bebé” ya tiene casi cinco años, nos mudamos, comenzó a dormir solo, abandonó los pañales, aprendió a sumar y a dibujar. También apareció la pandemia de covid-19, justo en un momento en el que comencé a trabajar, así que Lorenzo tuvo la fortuna de que papá y mamá trabajaran desde casa. Sin embargo, el cambio más importante que ha ocurrido en estos dos últimos años ha sido su madurez mental y cómo va entendiendo al mundo que lo rodea.
Además de inquirir sobre la razón de su existencia, el crío ha preguntado por qué la vida es tan increíble, para qué tiene un corazón, por qué tenemos que trabajar, cómo salió de la barriga de mami, por qué la gente es de diferentes colores y por qué mamá ya no está en casa cuando él vuelve del colegio. Ha preguntado también por qué existen los ladrones y también por qué hay gente pobre.
Toca aceptar que a veces -por no decir la mayoría de las veces- las preguntas llegan en los momentos más inesperados y caóticos y es complicado articular una respuesta lo suficientemente sencilla, honesta y real para que él realmente satisfaga su curiosidad en el momento. Es un aprendizaje también para nosotros, ya que es un acto de sacudir conceptos para poder entregar una idea sin prejuicios ni preconcepciones.
Nos ayudamos con libros. Cada vez que respondemos algunas de estas preguntas con visos filosóficos buscamos algún libro infantil para que Lorenzo tenga un panorama más claro de su planeta.
Cuando preguntó sobre los distintos colores de piel de las personas, por ejemplo, nos comimos un paquete de M&M’s y coincidimos en que todos sabían igual a pesar de ser de diferentes colores. Para profundizar en este tema tan sensible, decidimos comprar el libro Bebé Antiracista (Antiracist baby), de Ibram X. Kendi, que le ayudará a acercarse a la dignidad en la diferencia de las personas que le rodean.
El pasado 15 de mayo fuimos al Casco Antiguo a conmemorar un aniversario más de la muerte de Victoriano Lorenzo. Fue un momento especial, pues aprovechamos para explicarle que su nombre es por aquel valiente coclesano asesinado más de cien años antes. La visita respondía con sutileza a su pregunta sobre la vida: para que él tenga derecho a la vida, otros han tenido que morir. No hubo discurso ni reflexiones filosóficas, pues muchas veces no hacen falta las palabras; los actos dejan una impresión más duradera.