Coné estaba extasiado. Era la primera vez que jugaba libre entre tantos niños y no cabía en el pellejo. Era felicidad pura. Gritaba y sonreía, corría con los brazos hacia arriba, repartía besos a quien se los pidiese. Fue nuestro primer gran experimento de vida en sociedad y fue todo un éxito.
Resulta que la mamá organizó una tarde comunitaria. Desde hace meses, los niños del barrio en el que vivimos se nos habían acercado al ver a bebito. La gallada está compuesta por niños de entre siete y nueve años. En su mayoría niñas, son amables, bien educados, conversones y muy juguetones. Todas las tardes corren desaforados por las aceras bajo el pretexto de cualquier juego. Y entonces conocieron a Coné. Se acercaron, lo saludaron y él siempre respondió con sonrisas y buena onda. Entonces la mamá de bebito decidió un día hacer una tarde de dibujos con tizas. Los invitó a todos y desde temprano merodeaban la planta baja del edificio esperando comenzar. Hasta Coné dibujó. Garabatos y sinsentidos, pero dibujó.
Yo llegué de un compromiso un poco después de que habían comenzado. Y bebé ya estaba en su zona. Corrió por doquier, gritó, bailó. Fue feliz. Y nosotros también, pues fue un buen signo de socialización.
Esta relación con su comunidad era algo que me interesaba que tuviera. Fui un niño enfermizo, al punto que me desahuciaron. Una vez me raspé con arena: fiebre, infección, siete días de inyección. Otro día me pinché con una rosa: fiebre, infección, siete días de inyección. Mi salud, entonces, fue la principal razón por la que desde muy niño me compraron un Nintendo. Jugar afuera era imposible, mucho más conocer e interactuar con los vecinos. No es que me queje de mi infancia ni nada por el estilo. Fui un niño muy feliz y muy amado por mi familia. Y no es que tampoco tuve amigos por el barrio.
Más adelante, ya casi adolescente, conocí a un par de vecinos, aunque la mayoría de mis amigos siempre fueron compañeros de colegio. Entonces, me interesaba que bebito no tuviera esa misma niñez. Por suerte salió fuerte como un roble, así que no hay que darle el mismo cuidado que me dieron a mí.
Su madre también disfrutó de su vecindad, así que al menos uno de los dos sabe por dónde va la cuestión. No fue la primera vez tampoco que bebé interactuó con niños de su edad o mayores. Un día que estaba con mi mamá pasaron por una guardería y Coné quiso entrar (aunque no habla, se hace entender). Al entrar, jugó con varios niños y estuvo tranquilo y feliz.
Esto, además de la tranquilidad que nos da saber que tiene buenas habilidades sociales, nos va diciendo que a bebito le irá bien cuando le toque ir a la guardería. Ahora mismo Coné tiene 14 meses, y nuestra intención es llevarlo a la guardería cuando cumpla los 24 meses. Aún no sabemos a qué guardería irá. Nos han recomendado varias. Una que nos queda bastante cerca y otra que queda cerca de la casa de mi mamá, así que en los próximos meses evaluaremos las opciones con más minuciosidad para determinar dónde es que Coné pasará varias horas al día.
Aparentemente todo resulta y bebito nos ha salido un niño de fácil interacción y muy sociable. El niño, por ahora, habla con todo el que lo llama, baila si suena una lata, tira besos, pregunta por gente. Así que sabemos que todo va bien y Coné está teniendo un crecimiento y desarrollo regular. Y eso nos hace muy felices.