La mente de bebé debe tener una sed insaciable por conocimiento. De cualquier tipo. Aun cuando ya tenga una preferencia por las ciencias sociales, formales o naturales, que conozca un poco de todo. Que se nutra de la sabiduría del mundo.
Todo nace después de estar en la Feria Internacional del Libro. Me tocó estar en un estand durante las mañanas y vi a cientos –miles- de estudiantes que merodeaban entre los diferentes puestos. En el que estaba yo era sobre periodismo, al igual que sus libros. Si bien no había nada dirigido a los niños, había una hermosa máquina de escribir color aqua de la década de 1960.
Varios jóvenes la miraban, intrigados, pero muy pocos se acercaron a averiguar de qué se trataba aquel artefacto. Y hubo uno que me inspiró.
Tenía unos 12 años. Entró al estand con actitud, como quien sabe que las dudas hay que resolverlas. Se acercó a la máquina y le tocó algunas teclas. “¿Sabes qué es?”, le pregunté. “Sí”, respondió. “Es una máquina de escribir y era lo que se usaba antes de las computadoras. Lo bueno es que no necesitabas impresora”.
Y después me vio el mate y se me acercó. “¿Y eso qué es?”. Cuando le expliqué, me pidió probar, así que le di. Siguió observando todo a su alrededor, miró su reloj y me advirtió de que ya debía marcharse, que muchas gracias por el mate. Si bien hubo varios niños que se acercaron por la máquina, él fue el único que me dio la sensación de no estar apenado por querer tocarla ni por hacer preguntas. Y así quiero que sea Coné. Que se interese por las cosas, que cuando tenga dudas vaya y las resuelva. Que no sienta pena por no saber algo, o por ansiar saber más sobre alguna cosa. Aquel niño me mostró la posibilidad de crear a un niño con una mente insaciable.
Creo que bebito va por buen camino. El otro día estábamos haciendo algunos mandados y una señora se me acercó a decirme que ese bebé era muy curioso, que andaba mirando todo. Y ese es casi que su sello. Por más molesto, soñoliento o hambriento que esté, cuando ve algo que no conoce, comienza a observar con curiosidad todo lo que pueda.
Quizás sea que esté en los genes, pues es hijo de dos periodistas. O quizás no, simplemente es un niño curioso y punto final. Su curiosidad se ha convertido en mi principal arma para entretenerlo, pues cuando está llorando solo basta con mostrarle algo que nunca haya visto o escuchado para que deje de llorar y ponga su atención en aquel objeto novedoso.
Los libros también deben convertirse en aquella puerta de entrada al mundo del conocimiento. Le leeremos obras maravillosas, de ficción y de no ficción, que provoquen en él la necesidad de conocer más sobre esos temas. Cuando quiera saber algo, le daremos el libro que le resuelva la duda. Y si no lo tenemos, se lo conseguiremos. Aunque siempre está Wikipedia. Pero intentaremos que ese no sea el caso.
Desde ya lo estamos intentando. Bebito tiene libros sobre animales de granja, de mar, de la selva, sobre las emociones, sobre fábulas y, los que más le gustan, reinterpretaciones de las canciones de Bob Marley. Y bueno, como ya he comentado en este espacio, nada de televisión. A menos que sea fútbol, eso sí lo puede ver todo el día si le pinta.
Seguiremos, entonces, alimentando esa curiosidad. Que siga viendo las cosas que le llamen la atención, que siga tocando, experimentando, sintiendo. Y sobre todo, que no se avergüence por querer conocer más sobre algo.