El dinero ha cambiado su forma a lo largo de la historia. Su futuro sigue en proceso de definición. Ahora el dinero es digital; es decir, asociado a internet y a las computadoras. Genéricamente se les llama criptomonedas.
El concepto de criptomoneda fue descrito por primera vez por Wei Dai en 1998. Proponía un nuevo tipo de dinero descentralizado que usara la criptografía como medio de control.
La primera fue el bitcóin, en 2009. Desde entonces, paulatinamente, han ganado la atención del público general y de los medios de comunicación, y desde 2011 el interés ha aumentado rápidamente.
Una criptomoneda, según nos dice Wikipedia, “también llamada criptodivisa (del inglés cryptocurrency) o criptoactivo, es un medio digital de intercambio que utiliza criptografía fuerte para asegurar las transacciones financieras, controlar la creación de unidades adicionales y verificar la transferencia de activos”.
Después del bitcóin han aparecido muchas otras con diferentes características y protocolos. Entre ellas: litecoin, megacoin, peercoin, dogecoin, ripples, namecoin, quark, protoshares, worldcoin.
Sus usuarios mencionan entre sus ventajas el hecho de no ser emitidas por ningún Gobierno, o sea, que son descentralizadas; se pueden utilizar en todo el mundo, son seguras, garantizan el anonimato y la privacidad de todas las transacciones y no necesitan intermediarios. Las transacciones se pueden realizar más rápido y, sobre todo, nadie es dueño de la moneda, como es el caso del dinero tradicional. Las empresas o los Gobiernos no pueden producir nuevas unidades. Las criptomonedas tampoco tienen un activo detrás que respalde su valor.
En mayo de 2018 existían cerca de mil 800 criptomonedas. En un sistema de criptodivisas, la integridad, seguridad y balance de las cuentas es mantenida por una comunidad conocida como los mineros. Esta comunidad usa sus ordenadores u otro hardware especializado para validar y fechar las transacciones, añadiéndolas a una base de datos colectiva.
El bitcóin no puede ser adquirido o atesorado fuera de internet y, por tanto, requiere de una cartera digital donde almacenar el crédito. A esta cartera se le llama “monedero”, puede llevarse en un pendrive o almacenarse en la nube.
¿Cómo obtenerla? Básicamente, de dos formas. La primera es ser minero o, dicho de otro modo, generando nuevas unidades de la moneda, tal como se extraía oro de las minas. Esto es complicado y exige computadores carísimos y amplios conocimientos de cómputo.
La otra opción es el intercambio. La forma más sencilla de hacerlo es a través de las casas de cambio, unas plataformas que actúan como oficinas de cambio de divisas, aunque solo están presentes en internet.
El futuro nos dirá más sobre este dinero digital y su uso en la vida diaria.