Comer fuera de casa es casi siempre una grata experiencia. No llevar almuerzo a la oficina no es la única razón por la que visitamos un restaurante. También lo hacemos para festejar aniversarios, logros y por muchas otras razones.
Pregúntese qué tan frecuentemente come afuera. Si lo hace a diario, en horas de almuerzo, el consumo podría ser costoso. Un plato en un restaurante puede costar entre 6 y 10 dólares, gasto que casi nunca se incluye en el presupuesto, y es por lo tanto un gasto hormiga grande. Equivaldría a entre 24 y 50 dólares por semana, y a entre 120 a 200 dólares al mes.
¿Puede darse ese lujo? Piense en lo que gasta en desayunos en restaurantes de comida rápida o en fondas. Puede ser entre 4 a 10 dólares. Multiplique por cinco y luego por cuatro y se dará cuenta.
Ni hablar de que muchas personas van a restaurantes con la familia los sábados y también los domingos.
La novedad también es tentadora. Al abrir un nuevo lugar de estos, muchos quieren ir para experimentar o estar a la moda y dejarse ver.
Las salidas a lugares de comer, si son lugares de moda, deben darse siempre y cuando las finanzas no se resientan.
Para disfrutar de buenos momentos y mantener sana la economía se pueden alternar las opciones. Por ejemplo, podría prescindir de salir a restaurantes una semana y la siguiente visitar un lugar de moda o probar un establecimiento diferente.
Saque cuentas y revise si sus gastos de restaurante son compatibles con su salario y prioridades.
No hacerlo le llevará a utilizar su tarjeta de crédito y crear deudas innecesarias, pues sus ingresos no son coherentes con sus gastos.
Comer afuera no solamente es gastar en comida, sino con frecuencia en estacionamiento, gasolina o transporte.
Asistir a los restaurantes, sin olvidar que la comida de hoy podría ser la indigestión financiera de mañana, es reflejo de madurez y prudencia.