Un largo proceso de aprendizaje como consumidores y receptores de mensajes publicitarios ha llegado a convencernos de que necesitamos muchos objetos para estar contentos.
Un fuerte movimiento que cobra fuerza es el minimalismo. Es un estilo de vida que siguen las personas que buscan vivir solo con lo que necesitan. Estas personas tratan de no acumular cosas para evitar el estrés que genera ser víctimas del consumismo y reducir su huella de carbono personal en el medio ambiente.
Aprender a desprenderse es un proceso personal e interesante que requiere de voluntad y práctica, pero no es imposible.
La idea del minimalismo es simplificar y hacer la vida más llevadera. De este modo valoramos aquello que nos hace felices, refiere el escritor japonés Fumio Sasaki, autor del libro Goodbye, Things. “Vivir solo con lo básico me ha dado la oportunidad de pensar en lo que realmente significa ser feliz”, indicó el autor en una entrevista para el diario The Guardian.
Él se dio cuenta de que su salario jamás le alcanzaría para comprar todo lo que anhelaba. Se percató de que lo que compraba solo le daba satisfacción inmediata y después quería más. Decidió romper con el círculo vicioso y dejó de adquirir cosas por impulso. Luego se deshizo de cosas que había acumulado por años y empezó a ahorrar para invertir en cosas importantes.
Para tener una vida más minimalista se empieza por identificar lo esencial y eliminar lo demás. Por ejemplo, podemos determinar la cantidad de vestimenta que usamos y deshacernos de lo que no nos queda o dejó de gustarnos. Podemos venderlas como prendas de segundo uso para recuperar algo de lo invertido o donarlas, lo cual también es un beneficio secundario del minimalismo.
No existe un método estricto para ser minimalista, pero hay algunas técnicas que se han popularizado, como vivir con solo 100 cosas o el proyecto de tener solo 33 piezas de ropa. Incluso existe el juego denominado “30-Day Minimalism Game”, el cual consiste en retirar de nuestras vidas tres cosas al día durante un mes. También está la regla “entra uno, sale uno” que procura desechar cada vez que se compra una pieza nueva.
La periodista Michelle McGagh se puso el reto de gastar solo en las cosas más necesarias y así vivió de forma más saludable y sabia. Eso implicaba dejar a un lado el cine o tomarse algunos tragos con sus compañeros. Reemplazó su auto por transporte público. Logró ahorros notables en gastos de automóvil y ahorró para un apartamento.
McGagh conservó gastos obligatorios como: la hipoteca, los servicios públicos, el seguro de salud, la ayuda a la familia, obras de caridad, internet y teléfono móvil. Se quedó con los productos cosméticos de primera necesidad como el champú, la crema para dientes, el desodorante y el detergente.
Para vivir necesitamos vivienda, alimentos, energía, agua, educación, comunicaciones, salud y alguna cosita adicional que sirva de aliciente para continuar la vida.