Tal vez fue la profesora Rosana Fuentes, en la clase de filosofía,  o la profesora Hermelinda Cosme, en Historia, a quien le oí mencionar por primera vez aquella frase de los griegos: ‘conócete a ti mismo’. No por nada los griegos fueron los griegos.

Pero en aquellos años estudiando en el Instituto Justo Arosemena, lo más que pude hacer, si acaso, fue aprenderme esa frase para un examen de llenar espacios. Mi hija ya no hace ‘ejercicios’, si no pruebas sumativas. Siempre tengo la inquietud de si hay pruebas restantes.

La escuela, aunque amé mi escuela, fue para mí un lugar donde aprendía mucho, no había una materia sobre conocerse. Ni como eje transversal. Me atrevo a decir, podemos discutirlo, tampoco hay en la escuela interés en que los alumnos se conozcan y reconozcan. Por el contrario. Unas más que otras las escuelas ven a los estudiantes como un estuche que hay que llenar de hechos históricos, modales, respeto por las jerarquías. Esto sí, esto no.

La casa tiene más reglas, más normas, no seas así, qué va a decir la gente, se alguien en la vida. Pero lo más importante que es que las personas se conozcan a si misma no se nos enseña.

Y esa es la raíz de que se llegue a la adultez sin haber escogido bien una carrera, o mal, porque también se vale equivocarse.

Crecemos dejándonos escoger por personas. No escogemos.

Y crecemos desvalorizando lo que somos. Porque no aprendimos a entendernos como un tesoro.

Claro que tenemos que ser funcionales en una sociedad y hay ciertas cosas que debemos aprender. Pero la belleza de quienes somos no se nos enseña. Por muchos años he envidiado a las personas que tienen facilidad para hablar, para hacer que todos rían con ellas en la mesa. Hablar para mí es tartamudear y volverme el ocho, el cuento perfecto que tenía en la cabeza no me sale.

Y siempre creí que ese era un defecto, pero no lo es.

Hubo un tiempo en mi vida en lo que lo único que yo hacía, aparte de ir a una escuela de doble turno, era escuchar música.

Me bastaba escuchar los primeros cinco segundos de cualquier canción para saber qué era.