Esta semana una noticia muy diferente se coló en las conversaciones de amigos, filas de supermercados y de pasajeros de taxi. Diferente porque no se trataba otra vez de la guerra de Ucrania, el divorcio de algún famoso o algún caso de corrupción.

Resulta que a través de los Censos Nacionales, que se realizan por estos días, se había dado con la persona de más edad en Panamá. Doña Mercedes Chami Dogirama nació en 1898 y acaba de cumplir 125 años, el 13 de marzo. Sí, es del signo piscis por si eso le interesa a alguien.

Ella pertenece a la comarca Emberá Wounaan. Vive en la provincia de Darién, en la comunidad Lajas Blanca. Tuvo siete hijos, dos ya han fallecido, y medio centenar de nietos y bisnietos. Imagino que también tataranietos.

Nació cuando Panamá era un departamento del Estado de Colombia. Nació cuando la Torre Eiffel (1889) era aún consideraba un armatoste de hierro que afeaba París. El mundo era tan, tan diferente.

Cuando yo oí esa noticia saltó mi lado periodístico: ¿sería verdad? ¿cómo confirmaron esa fecha? ¿por qué no la habían censado antes? Los hijos de la señora deben tener 100 años o más. Muchas preguntas rondaban mi cabeza. Fui a buscar en internet y me encontré con que la persona de más edad en el mundo tiene 118 años.

También sentí empatía por ella. Mi abuelita se llamaba Mercedes. Nunca me canso de contar que era de San Carlos y me regaló los veranos más felices de mi niñez. A través de ella conocí el interior y lleno mi infancia de sol, comida hecha en fogón y siestas en la hamaca.

Volvamos con la otra doña Mercedes.

Lo que me ha sorprendido más son las reacciones tan diferentes de las personas. Un taxista me dijo aquel día, temprano: ‘¿oyó eso?, ¿cómo será vivir tantos años y ver tantas cosas horribles que pasan en el mundo?’. En la tarde otro taxista expresó: ‘¿escuchó usted la noticia? ¿no le parece una prueba de las maravillas del dios? ¡Qué bendición vivir tantos años!’.

Y así de contradictorias han sido las reacciones que he escuchado. Unos muy emocionados y esperanzados, acariciando esa posibilidad de extender la vida. Otros asombrados o negando con la cabeza.

Volví a comprobar aquello de que las cosas no son buenas ni malas son como uno las ve.

El censo también anuncio que hay otros panameños muy longevos: un hombre en Colón que tiene 118 años y una mujer en Veraguas con 116 años.

Probablemente, y estoy siendo muy osada al decirlo, son personas que viven muy en contacto con la naturaleza y que se han mantenido. Mi lado periodístico me dice que tengo que investigar más esto. Quizás no ven noticieros, ni se afligen por todo, quizás tienen una filosofía de vida que sería importante conocer. Tantas preguntas me surgen.