Me pareció un arbolito interesante. Tenía pocos adornos y de una misma clase. Me tuve que acercar para ver que eran naranjas. Sí, naranjas secas cortadas en rodajas. La creadora nos contó que le habían llegado muchas naranjas, pidió cortarlas en rodajas, meterlas al horno y ¡zaz! colocarlas en el arbolito. Esto lo vi este año en una conferencia de prensa que tuvo como sede el restaurante de Cuquita Arias de Calvo.

¿Por qué a mí no se me ocurre algo así? Ya sé. No quedaría igual. Tengo muchos talentos, pero ese no. Jamás el resultado sería: ¡Cuánta creatividad! Más bien provocaría que mis amigos se ofrezcan a redecorar mi arbolito o por lo menos regalarme adornos nuevos.

En materias de árboles de Navidad no hay nada escrito. Y aunque la tradición dicta buscar esferas, campanas y cascabeles, la gente se deja llevar. Y eso está bien. Después de tantos años de poner un arbolito, se acumulan adornos que van perdiendo color y que ya cansa ver, pero da lástima dejarlos en una cajeta.

Hace unos años se puso de moda el servicio de armar arbolitos. Una persona de buen gusto va a las casas y se encarga de todo. El resultado es que tienes un pino tan hermoso como el de un hotel. Para bonitos, esos.

Hay quienes ponen su magia personal. El vestuarista Charles Chale Brannan decoraba el arbolito de su familia solo con figuras de Panamá. Las ferias de artesanía eran su bazar navideño donde conseguía miniaturas de sombreritos pintaos, empolleradas, tamboritos, ranas doradas y piezas hechas de cestería.

En la boutique Garbo by Greta, en San Francisco vi hace unos años un arbolito elaborado con libros. El lugar era una de las sedes del proyecto Blind date with a book por el cual las personas donan libros que luego son compartidos.

Los que pueden, han convertido en una tradición comprar adornos navideños en viajes al extranjero. Así tienen esferas de Cancún junto a las de Polonia. Me parece también una genial forma de recordar los viajes. Y los adornos navideños comprados fuera de temporada tienen descuento.

Me encontré una vez en la iglesia de El Valle de Antón un arbolito hecho por completo de adornos reciclados. Ojo, no de esos reciclados que obvio lo son. Ustedes me entienden. Eran adornos elaborados con mucho esmero y detalle. Tuve que mirar dos veces para notar que eras tapas de botella y cartones de bebida. Mi curiosidad periodística quiso dar con sus creadores, pero nadie me supo decir.

Pero el campeón de los árboles con material reutilizable es aquel que se hizo en Mata Oscura, Veraguas, en 2018. Reunieron todas las chancletas encontradas durante las limpiezas de playa -en ese lugar anidan tortugas- y con ello hicieron el árbol. En vez de feliz navidad esta pieza nos dice: no dejen su basura en la arena, caramba.

Si usted que me lee tiene una historia de un arbolito, hágamela saber. Me gustaría leerla. Escríbame a ellas@prensa.com