Hay una pregunta que me llena de ilusión cada vez que llegó al mostrador de un aeropuerto:

-Buenos días, señora Roxana, ¿hacía dónde viaja hoy?

Me hace sentir tan bien escuchar eso. Es como que hoy voy a un destino, maravilloso, por supuesto. Pero la otra, volaré a otro mejor, claro. Y el siguiente mes haré maletas para otro. Quizás Barcelona, Seúl, Uruguay, Turquía o Sudáfrica.

Sé que no soy la única que cuando va a un restaurante mira de reojo el plato que llevan a otra mesa y piensa: ‘debí pedir eso’ o ‘su plato se ve mejor’. Hablo en serio. ¿Cómo hay gente que saber ordenar platos tan fabulosos? ¿Eso se enseña o se nace con esa habilidad?

Lo mismo me pasa en las puertas de embarque de los aeropuertos. Cuando escucho por el altavoz: ‘pasajeros con destino a Buenos Aires favor abordar…’. Siempre pienso: ‘cómo quisiera ir a Argentina’. No importa hacía dónde me dirija yo. Me parece que ese viaje suena mejor.

Yo no quiero decirles que me encanta viajar. Me fascina. Pero, como todo, nada es perfecto. En esta parte pueden decir: esta mujer va al cielo y va llorando. Así es.

Me parece que los aeropuertos se han vuelto lugares incómodos donde la cosa no es más fácil, es más difícil. No hay que ser ludita para detestar esas máquinas que te hacen el check in y siempre te marcan algún error.

Los aeropuertos se han vuelto lugares inmensos donde hay que caminar como si uno estuviera entrenando. ¿Alguien por aquí ha pasado por la experiencia de aterrizar en la Terminal 1 de Tocumen pero tener que recoger las maletas en la Terminal 2?

Pero yo les quería hablar de la comida del avión. Mucha gente critica esa comida. Yo no la critico. Es comida. Demos gracias que podemos comer. Pero sí me resulta muy curiosa. Es llamativa la funcionalidad de su presentación: todo acomodadito en una bandejita donde debe haber plato fuerte, ensalada, pancito y postre. A veces el postre es un mini chocolate de paquete, pero es postre.

He notado que la comida suele ser un plato preparado en el lugar de dónde sale el avión. Así que cuando el avión sale de Panamá puede que te sirvan ropa viaja (jejeje), quise decir ropa vieja, arroz con guandú y tajada. En serio. No llega a tanto como chicha de nance.

Pero lo que yo quisiera saber es por qué siempre en los vuelos de Panamá incluyen jugo de guayaba piña o guava piña. Estoy segura de que los pasajeros de otros países pensaran: ‘a esos panameños les debe gustar mucho ese jugo’ o ‘debe ser la bebida nacional’.

No señores. La verdad es que yo no compro ese jugo. Nunca nadie me ha dicho: ‘tráeme un jugo de guayaba piña’ y menos he escuchado a alguien decir: en la fiesta del ‘pon’ (cada uno pone una cosa): ‘tú traes el jugo de guayaba piña, que no puede faltar’.

Bueno, ya me desahogué.

Hace poco regresando de Río de Janeiro me ofrecieron pure con carne o chow mein con pollo. Adivinen qué elegí. Por supuesto que debí desconfiar del supuesto chow mein hecho en Brasil. Yo no recuerdo haber visto en Río gran cantidad de restaurantes chinos. Y efectivamente, nos trajeron unos fideos cualesquiera con pollo de sazón nordestina. Sabían bien, pero debieron anunciar fideos con pollo. Publicidad engañosa.

Hasta hace unos años, en los viajes largos solían servirte como merienda unas empanadas o unos emparedados bastante responsables. Con eso quedabas satisfecha. Recuerdo haber hecho un viaje corto donde nos dieron un paquete de maní bien salado, pero luego no había agua.

Lo malo de viajar en primera clase es que después te pasas la vida comparando. Ya no te sientes igual en turista. Pero a veces me parece que exageran. Eso de darte comida desde que te subes al avión, y bebida, como que es mucho. Luego te traen un menú donde hay camarones o filet mignon. ¡Ah! pero antes de despegar te llevan una nueces en unas tazas calientes ¡tazas calientes!. Casi tan calientes como el paño húmedo para lavarte las manos. En clase turista, lleva tu propio gel alcoholado.

Puestos a escoger (y con plata para pagar) todos iríamos por ese trato de lujo, pero insisto en que me parece excesivo.

Hubo un tiempo, en una galaxia muy lejana, en donde yo sentía que en el avión, hasta en clase turista, todo el tiempo te estaban dando comida. Acababa de pasar el almuerzo y seguían trayéndote cosas. Ese problema se acabó. Ahora en un viaje de siete horas te dan una comida y con suerte te sirven dos o tres veces agua y jugo de guayaba piña, por supuesto.