¿Vamos a esto? me dijo una amiga y me envió un afiche, mediante el teléfono celular, en el que se leía: “Panamá Viejo en Femenino”. Ella llevaría a su niña de 11 años, y me proponía llevar a la mía de cuatro años.
Se sugería llevar agua, sombrero y protector solar. Mi amiga hizo todos los trámites y pagó 12 dólares, una ganga, por las cuatro. Dudé de si la actividad sería apropiada para niños, pero allá nos fuimos.
Ese día nos sumamos a un grupo de casi 20 adultos, hombres y mujeres. Primero nos reunieron en la biblioteca de Panamá Viejo. La amable guía nos ofreció jugos, galletas y agua. Explicó el motivo de la gira: recordar el Día de la Mujer, y a la vez, mirar con otros ojos el sitio arqueológico. Visitaríamos el museo y los exteriores.
Panamá Viejo, como saben, es un sitio de investigación. Allí se han encontrado múltiples enterramientos. El de la señora de Panamá Viejo es uno de los más importantes. Descubierta en 1996, esta tumba aún genera preguntas. El esqueleto de una mujer reposa allí con un collar de concha nácar (el oro de la época) y junto a ofrendas, vasijas y hasta cráneos que no coinciden con la época del esqueleto principal. También está la tumba de la música, que primero se pensó era músico (nadie pensó primero que podía ser una mujer). Le dicen música porque está colocada como si tocara una flauta. Estos dos enterramientos los vimos en fotos.
Interesante fue también conocer la vida de la mujer colonial. La Corona española insistía a sus súbditos que viajaran con sus familias para que se asentaran en el lugar. Pero no había muchas españolas en Panamá Viejo, lo que influyó en la mezcla de razas. Había más indígenas y mujeres de ascendencia africana. Aunque, incluso, las personas esclavizadas traídas de África eran en su mayoría hombres. Los españoles fueron casi siempre minoría.
Las mujeres que no se casaban o enviudaban, si podían pagar, se recluían en conventos. A esa reclusión llevaban personal doméstico y hasta muebles. En Panamá Viejo hubo varios conventos. Para generar ingresos muchas mujeres arrendaban. Vivían en un piso y alquilaban el otro.
Para mi hija lo más emocionante fue el viaje en el “trencito” que transporta al sitio, pero me gustó llevarla. La guía nos dijo que estudiaban hacer otros recorridos enfocados en otras poblaciones. Me gustaría uno sobre la vida de las mujeres indígenas o de las afro en Panamá Viejo. Aprendimos mucho ese día.
Mi amiga, con lucidez, me dijo: “Uno piensa que conoce su país, pero no conocemos nada”. Es cierto.