Mamá, no encuentro mi chola. Oyó una señora decir a su hija y pensó que había oído mal. “¿Una qué?”. Como la madre parecía no reaccionar la niña repitió: “Mi chola, mamá. ¿La viste?”

La niña de seis años buscó debajo de la cama. Se fijó detrás de la puerta y miró en el otro cuarto hasta que triunfal apareció con una chancleta en la mano.

Contenta, se fue por allí a seguir en el corrinche propio de su edad. No hubo malentendidos hasta otro día en que ambas iban por la calle y la hija le preguntó a su mamá si le daba para comprarse una chupeta. “¿Una qué?”, preguntó la mamá y volvió a poner aquella cara de no entender nada. “¿No sabes qué es una chupeta?”, se extrañó la hija.

Así que le tuvo que señalar el racimo de caramelos, de esos que tienen un palito, que estaban de venta en un mostrador.

Aunque debió hacerlo, la mamá nunca vio venir lo siguiente: Su hijo más grande le pidió que el feliz cumpleaños se lo cantaran al estilo venezolano. A estas alturas muchos panameños no se la saben, pero les resulta familiar. Esta vez no solo la madre, también la familia entera se preocupó: ¿por qué quería eso? y ¿cómo iban a cantarlo si no sabían la letra?

El muchacho ya tenía una respuesta preparada: se podía buscar en Youtube. Así lo hicieron y se lo cantaron.

La historia anterior se la escuché contar, entre risas, a una panameña de raíces afroantillanas, resulta que sus vecinos del edificio, o sea los compañeros de juego de sus hijos, son de Venezuela o de Colombia.

Ella contaba esto en mi presencia, pero yo estaba allí de pura casualidad. En realidad se lo estaba diciendo a una amiga venezolana quien también tenía una historia que compartir. Su hija de cinco años de edad, que ha crecido en Panamá, comía con más alegría la tortilla panameña que la arepa rellena. Y esa madre no podía disimular su pesar. Pero se río cuando nos empezó a contar de otras palabras que conocía y que en Venezuela tenían un significado diferente.

Mientras los adultos nos resistimos al cambio y al intercambio, los niños abrazan lo nuevo con toda naturalidad. Unos aprenden de los otros y es en dos vías. El mundo está en constante cambio y eso incluye a los pueblos y su gente. Verlo así, en directo, me parece asombroso.