Por estos días las publicaciones que leo de España y los podcast que escucho de por allá, se llenan de artículos sobre las mejoras sopas frías del verano, las chanclas en tendencia, así como sus respectivos pedicure. También aparecen las listas de los mejores libros para leer en el verano, las películas del verano y hasta la canción del verano o sea el nuevo Aserejé ¡vea usted! Hay que reconocer que da un poquito de envidia, parece que todo el mundo se va de fiesta, digo de verano.

Tampoco falta lo obvio: los mejores destinos de vacaciones. Aunque los españoles sufren por estas épocas el pero precio del éxito de su turismo: gentrificación, precios alto y el tener que salir huyendo de sus propias ciudades para dar pasa los que vienen a turistear.

Leyendo de todo eso, y es que todos los días leo El País, me siento un pelín en un mundo paralelo. En Panamá no tenemos verano en julio. Tenemos lloviznas, lluvia y chaparrones, calor de 30 grados celsius que parece de 40 grados, cabellos indomables y zapatos que en este mismo momento están siendo atacados por la humedad en el armario. Como no es suficiente, se nos suma este año el fenómeno del niño.

Pero aparte de que no es verano acá, nunca hacemos tanta bulla con su llegada. Bueno no faltan los baratillos de barbacoas, un par de avisos de vestidos de baño y alguna que otra promoción para ir a un resort con los niños que están de vacaciones. Por lo demás, la mayoría sigue haciendo en el verano lo mismo que hace en el invierno.

Pero puede ser porque en Panamá no tenemos verano, y eso se dedicó a aclarármelo en una larga carta un meteorólogo que argumentaba que era un error decir verano a la estación seca o temporada seca que vivimos en Panamá. Sí le reconozco que apenas se notan los cambios de estaciones en Panamá, aunque allí están. Y lo que predomina aquí es lluvia y sol. Sol y lluvia. Por supuesto, yo me niego a llamar estación seca a nuestro verano.

Nuestro clima es prácticamente igual todo el año por eso nos vestimos casi igual. Eso no significa que nos vestimos de acuerdo con nuestro clima. Los hombres usan sacos oscuros y a veces las mujeres también. Llevamos telas pesadas, sintéticas y, me incluyo, no le damos prioridad a elección de textiles frescos.

Mientras escribo, allá afuera hace sol, un sol que pica, y nos estamos derritiendo, pero ese sol para nada es de verano. Viene el aguacero con todo y pronto, pero no viene a refrescar.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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