Hace unos días subí a un taxi con mi hija. Le dije la dirección y me dijo ‘vamos para allá’. A los minutos el conductor nos comentó:

-En este taxi no se aceptan niños. -Guardó silencio y después miró a mi hija para decir:

-¿Qué podemos hacer? – El me miró y me hizo un guiño de ojos (imagino que para darme a entender que estaba bromeando).

Por supuesto mi hija, de ocho años, no le contestó. Cuando bajamos del taxi ella me preguntó:

-¿Por qué los adultos hacen bromas a los niños?

Una amiga, mexicana, me comentó una vez con alegría: “En Panamá todo el mundo le hace plática a los niños”.

Usted y yo sabemos que no es todo el mundo. Pero se entiende lo que ella quiere decir: que las personas en Panamá suelen hacer un comentario amable a los niños. Yo pensé que eso era igual en todos lados.

Por supuesto hay personas que cuando te ven con niños corren. No soportan el bullicio de los niños, que a los que tenemos niños nos sabe a música soundtrack.

Me ha sorprendido que incluso dependientes de tienda o vendedores de legumbres que parece muy parcos. Cuando ven a mi hija o a otro niño. Le ofrecen un llaverito, un guineo o le preguntan: ¿te quieres quedar a trabajar conmigo? ¿me vienes a ayudar?

¿Me prestas ese vestido? o ¿Me regalas tu lazo? Son otras frases que mi hija ha escuchado y que a veces le sacan una sonrisa.

Quiero creer que por un momento los niños logran sacar lo mejor de los adultos. Se cae una barrera y hay la confianza de hablar o de hacer una broma.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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