No era joven, ni fotogénica. Al menos no, según los estándares de la televisión estadounidense en 1960. Por si fuera poco, derramaba y salpicaba los ingredientes encima del mostrador. Aún así, o a lo mejor por eso, Julia Child tuvo el programa de cocina más famoso de la televisión estadounidense en su época.
En los programas de cocina lo normal es que todo esté impecable, perfecto. A nadie se le cae algo, y si se le cae se edita la escena. Así que no lo vemos. En los programas de la Sra. Child la comida se caía y ‘si se te cae el cordero y estás sola en casa, sencillamente recógelo que no pasa nada’. Con ese tipo de perfecta imperfección se echaba al bolsillo a sus televidentes.
Su éxito estaba en esa forma suya tan auténtica, sin pedir disculpas ni permiso por no ser lo que otros esperaban. La señora Julia Child era una advenediza en la cocina francesa, y en cualquier cocina. Aún así tenía la osadía de querer dominar las técnicas de la culinaria francesa.
Actuaba de esa manera no por menosprecio. Al contrario, adoraba, quería cocinar y disfrutar la comida francesa y que otros lo hicieran. Era terca cuando se trataba de sacar la técnica. Repetía los platos varias veces para hacerlo bien y contarlo bien en una receta. Seguro que muchos le habrán dicho: ‘eso es muy difícil’, ‘cuánto tiempo te va a tomar’, ‘a tu edad ¿te vas a poner en eso?’
Ella me parece genial.
Por estos día pellizco unas horas del día para ver la nueva serie de HBO sobre Julia Child, Julia. Y ya que estamos hablando de osadía, también la tiene esa cadena de televisión. Bien pudiera uno pensar ‘¡otra historia de Julia Child!’. Pero es que es HBO. Hay que ver la calidad de las cosas que hacen.
En esta serie actúa además David Hyde Pierce, como el esposo se Julia. Él hacía el papel de Niles, en una de las series que siempre pongo cuando necesito terapia de risas Frasier.
Julia Child perfecta no era, ¿y quién lo es? Vivía como dicen esos mensajitos motivacionales que pueblan las redes sociales: ‘persigue tus sueños’, ‘atrévete’, ‘disfruta cada momento’. Encontró su pasión por la cocina casi llegando a los 40 años y no pensó, al menos no lo mostró, que era demasiado tarde para seguirla. Quiso compartirla, escribir libros, enseñar, cocinar en la televisión, y lo hizo. Sabía que había quienes se reían de sus pretensiones, pero eso no era el problema de ella.
Cuándo nadie cree en ti, tú tienes que hacerlo.