Después de haber sobrevivido a esta extensa campaña electoral, que sacó demasiados trapos sucios al aire y exprimió el jugo a nuestra paciencia (por higiene mental dejé de ver propagandas de televisión, quiero decir programas de televisión) me quedé pensando que necesitaba escribir sobre algo relajante, refrescante, algo feliz y amable. Eso es Brad Pitt. Ayyyy (suspiro de un kilómetro). ¿Qué? ¿Cómo dice? ¿Qué a usted no le gusta Brad Pitt? ¿Qué pensó que me iba a referir al Mundial de Fútbol? ¡Nombe, no!

Hace unos días estaba viendo esa película maravillosa donde él luce, como siempre, fascinante: Conoces a Joe Black. Allí sale aprendiendo a comer mantequilla de maní. Además lleva un tuxedo que corta la respiración, no a él, sino a nosotras que lo miramos. Ya sé que su actuación no es brillante, pero a quién le importa. Bueno, a mí no.

Conozco mujeres –suficientes para hacer un club– que me dicen que  Leyendas de Pasión y Siete años en el Tíbet  son los mejores filmes de Brad Pitt.

Sé que hay que mirar más el fondo de las cosas que la forma. Sé que todo lo que brilla no es oro. Sé que nunca se debe juzgar  a un libro por su tapa. Pero la belleza existe. Y los ojos son para verla. Todas las generaciones del siglo XX han tenido artistas bellísimos de los que se hablaba y por los que se suspiraba. En los 70 y 80 la expresión era: “Fulano se cree Robert Redford”. Para los hombres  está todavía Marilyn Monroe. Aunque ya hace 50 años que se fue de este mundo cruel,  sigue en el imaginario moderno como ícono de belleza y atractivo femenino. Pero han abusado. Marilyn, yo disculparía que vinieras  a halarle los pies a todos esos que todavía quieren lucrar de tu recuerdo. Inmorales. De la pobre se ha subastado hasta la cajetilla de chicles que no mascó, pero que estaba allí en su cuarto cuando murió.

Otra mujer fascinante fue Elizabeth Taylor, con esos ojazos violeta. Uno entiende que Richard Burton la llenara de joyas. Lástima que se amaron como perros y gatos. Pues sí: la belleza no garantiza la felicidad, aunque ayuda. Hoy las niñas se despelucan  viendo a Justin Bieber en camiseta o a Zac Efron sin camiseta. A ellos les seguirán otros bellos y bellas que provocarán ataques de histeria y alaridos. Pero volvamos al tema que me interesa: Brad Pitt. Aunque usted no lo crea, él y yo tenemos algo en común: los dos estudiamos periodismo.

Yo me conformo con verlo en el festival de Cannes con sus arruguitas, lentes y hasta barbita con canas. Sí, porque ya está en los 50.

Sé lo que están pensando: que me las doy de muy seria y profesional, y de mujer responsable que promueve la participación electoral, y   lleva sus bolsas reusables al  supermercado, claro que lo soy… y también me gusta Brad Pitt.