Crecí escuchando las leyendas interioranas del Viernes Santo: “no naden en la quebrada porque se convierten en peces”, “no suban a los árboles porque les sale una cola de mono”. Tampoco las abuelas barrían porque temían convertirse en escoba. Bueno, de esa última no estoy segura, pero todas las advertencias eran por ese estilo.

Aunque ya pasó la Cuaresma, saco del cajón estas creencias para compararlas con la manera en que algunas personas actúan cuando ven a los niños con ciertos juguetes o juegos.

“No le compres dinosaurios a tu hija, eso es de niño”. “No dejes que tu hijo juegue en la cocinita de su hermana, eso es de niña”. Casi como si pensáramos que si un niño toca una muñeca se convierte en niña o si un niño juega con un carro de bomberos pasa a ser niño.

Si reflexionáramos nos daríamos cuenta de lo irreal que esto suena. Cuando mi hija Gabriela juega con sus primitos le llama la atención jugar con sus carritos. Los primitos son pequeños, igual que ella, y tratan de quitárselos, pero no porque ella sea niña, sino porque los quieren para ellos.

Pero los adultos, siempre los adultos, estamos muy preocupados por los roles de niños y niñas. Nos da temor que un varón toque un muñeco bebé. No estaría mal que los hombres jugaran a ser papás. ¿No juegan las niñas a ser mamá? Detrás de estas creencias hay miedo. Pero, además, sin darnos cuenta estrechamos la visión del mundo que tienen los niños. Creen que su lugar aquí ya está definido y que hay lugares donde no pueden entrar.

El cuarto jueves de abril, o sea ayer, se celebró el Día Internacional de las Niñas en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Se hace para interesar a las niñas en las tecnologías, pues aún es un espacio muy masculino. Por eso nos convendría dejar de decirle a las niñas que los carritos no son para ellas, a menos que sean rosados. Tampoco son solo de varones los dinosaurios, ¿saben que hay paleontólogas? No son de niños los números ni las matemáticas.

Igual debemos dar a los niños la oportunidad de bailar, de cocinar, de coser. O acaso no han existido grandes bailarines, cocineros y sastres. Abramos puertas a los chiquitos, no les pongamos candados.