En las últimas semanas una larga lista de inauguraciones, lanzamientos (como nos gusta esa palabra), celebraciones, bingos, charlas y demás han sido pospuestos o, ni modo, suspendidos para siempre.

Cuando las personas a cargo de la organización, penosamente, avisan de la cancelación de aquello a lo que habían invitado suelen incluir en su excusa: “por la situación que se vive en el país… no vamos a llevar a cabo tal o cual cosa”.

Aquellos que, ilusos, pensábamos que la enfermedad por Covid-19 era lo peor que nos había pasado en los últimos años y que cuando se fuera santo remedio, nos hemos despertado en el suelo y con un chichón.

Para el que no vive en Panamá, “la situación” no es otra que una serie de protestas sociales. Protestas que son producto de muchos ingredientes: el alto costo de los alimentos y la salud; las secuelas económicas de la pandemia; la sospecha, y a veces constancia, del mal manejo del dinero público. Para condimentar, cada tanto asoma la nariz un caso de sobreprecio, otro de impunidad, alguno de nepotismo, cada uno con más descaro que el otro lero lero.

Esta columna no alcanzaría a explicar todos los factores que nos han llevado a esta “situación”.

El hartazgo es tan palpable que casi todas las personas que hablo dicen: “Estas protestas son horribles, pero las cosas tienen que cambiar” o “es difícil, pero ya no podemos más”.

Los cambios que se necesitan son tantos (y más profundos que controlar el precio de la comida) que no encontramos palabras para describir este malestar. Por eso la gente habla de la “situación”, “lo que está pasando”, “lo que vive el país”.

Las protestas y las manifestaciones han paralizado desde el tráfico hasta las clases escolares en las escuelas oficiales. Esto ya lleva un mes. Mientras escribo estas líneas se realiza un diálogo entre las autoridades del Gobierno y varios voceros de los grupos sociales, pero los cierres de calle han seguido y los estudiantes que menos oportunidades tienen siguen sin recibir clases.

Igual que en los partidos de fútbol todo el mundo se ha vuelto técnico de la Selección y cree saber la jugada o el jugador que hace falta. Hablando en serio, sí es importante escuchar a todos, pero no podemos hablar todos a la vez. Me parece que eso está pasando.

Las condiciones que se discuten en la llamada mesa de diálogo son como cuidados de emergencia, pero se necesita un tratamiento a largo plazo que incluye pensar juntos cómo Panamá puede ser un país con una mejor calidad de vida para todos.