Últimamente encuentro a más personas de mi generación achacando todo a su edad. Los miro y me pregunto cómo pueden mentir con tal descaro. No les da pena. ¿Ni tienen vergüenza? Al que nunca le gustó la bulla sale huyendo de los lugares ruidosos pues a su edad no puede aguantar eso. ¿Cuándo lo aguantó?

Aquella que siempre dijo lo que le dio la gana y nunca tuvo pelos ni pepitas en la lengua repite que a esta altura de su vida, aunque la miren mal, va a expresar todo lo que siente. Pero ¿cuándo no lo hizo?

La que ni siquiera tiene zapatillas deportivas, alega que no hace ejercicio porque la rodilla ya no le da. Desde que la conozco detesta sudar.

Una que dice que en su familia todos tienen los trigliceridos altos comenta que no puede pasar ni cerca de donde venden pollo frito porque ya eso le sube el colesterol. Lo cierto es que siempre ha cuidado lo que come.

El que toda la vida fue un dormilón advierte que no le pidan quedarse tarde en una fiesta. Ya ha llegado a un punto de su vida en que sería incapaz de trasnocharse por ningún evento o fenómeno de la naturaleza. Si no duerme bien amanece muy mal: ‘me cayó la edad’ se excusa. Desde que yo recuerdo siempre presumía de acostarse temprano.

Aquel que tiene que hacer una reparación en la casa alardea de que antes podía hacer hasta mezcla (de cemento) No le creo. Ahora él paga por toda esas cosas. Le duele la ciática si tiene que hacer trabajos manuales. ¿Cuándo le gustó arreglar cosas de la casa?

Está la que dice que ya no se pondrá más tacones altos. Eso es una tiranía impuesta a la mujer, otro clavo del patriarcado que con sus canas (que también se las deja) no tiene porque soportar más. Yo nunca la vi en tacones.

¿Ustedes no tienen en la familia a una tía sorda, aquella que ya no oye, pero si alguien habla de ella enseguida se le compone el oído y oye todo? Ella padece/disfruta de la sordera selectiva. Oye lo que le conviene.

Así están estos conocidos míos, con vejez selectiva. Son viejos cuando les conviene.

No han llegado a los 50 años de edad y ya están marrumanciosos, mañosos y quejosos.

Los años pasan, ya no nos pueden engañar con cuentos. Eso es bueno. Pero tampoco nos cocinamos en la primera agua. Ya no podemos andar por allí señalando ‘viejo verde’ porque cuidado y nos estamos mirando al espejo.

Sin embargo para lo que les gusta allí sí están. Al que le gusta bailar no se pierde una fiesta, el que come barbacoas no sufre de colesterol. Quien ama el fútbol no le duele la rodilla. Y aquel que siempre arregló cosas se sigue trepando a la escalera para revisar el techo. Por eso les digo: es vejez selectiva.