Hay que emitir una orden de aprensión a las faldas cortas y a las blusas que dejan ver el ombligo.
A la mayoría de los trajes de Sandra Sandoval hay que ponerles casa por cárcel ¿o será armario por cárcel? Bueno, por lo menos que vayan a hacer trabajo comunitario una vez por semana y firmen en el juzgado.
Eso sí, el vestido, el jungle dress, que se puso Jennifer Lopez hace 20 años y que todavía le queda, a ese me le dan 50 años de prisión.
Bien hacían esas señoras que en la quebrada lavaban y le daban a la ropa con un palo y una piedra. Bien duro.
Tenemos que hacer algo porque cada vez la ropa anda más alzada, lisa y atrevida. Pronto hablaremos de ropa terrorista.
¿Vieron lo que le paso a la colega Marta Alvarado? En Chiriquí, en la dirección de tránsito, no la dejaron entrar por culpa del traje que usaba. Un traje peligrosísimo pues dejaba que se vieran sus rodillas y un poco más.
Marta, atinadamente, denunció públicamente lo que le había pasado por culpa de su malévolo traje. Se tomó una foto para que viéramos ese vestido. Y al poco tiempo, por supuesto, las autoridades le ofrecieron disculpas a ella, pero no al traje.
Por suerte, Marta logró esa reivindicación. Pero en Panamá hay un montón de ropa condenada por el sistema penal acusatorio de la crítica y la habladuría, se le echa la culpa de provocar, sugerir, insinuar y arrebatar la cordura a los hombres. Así de maquiavélica puede ser la ropa.
Alguien que también se la veló a las prendas de vestir fue el subdirector de la policía —tocayo mío, además— que en televisión advirtió a niñas y muchachas que no fueran a los culecos con ropa que mostrara mucho. Claro que la policía tuvo que después aclarar que no se metería con la vestimenta de nadie.
La policía de la ropa existe. En la escuela se mide el largo de la falda. Las oficinas vigilan el tamaño del escote. Hay que pelar el ojo.
Quizás si toda la ropa nos cubriera de pie a cabeza —no importa que en Panamá haga 30 grados- se acabarían todos los males de este mundo.
Hay que enfocarse en cerrar, abotonar y alargar, es más fácil que trabajar en crear una cultura de respeto donde se entienda que nadie tiene derecho a violar, abusar, usar o dañar a otro. ¿Hasta cuándo nos arropará esa excusa?