Allí estaban colocados, tan preciosos como son, unos tembleques de escama de pescado. Hacía mucho tiempo que no veía unos y estos estaban muy bonitos. Enseguida pregunté cuánto costaban, yo quería un par. Pero, no estaban a la venta. Luego entendí por qué.

Esa mañana en el hotel Faranda Guayacanes de Chitré cuatro artesanos se habían reunido para compartir sus saberes, con el grupo de jóvenes de la campaña Piénsalo 2 Veces que impulsa ONU Migraciones en diferentes países, incluyendo Panamá.

Piénsalo 2 veces reune a jóvenes migrantes y panameños para desarrollar su pensamiento crítico y prevenir situaciones de riesgo que incluye la trata de personas. Estas lecciones son compartidas no en salones clásicos si no en espacios de interacción y encuentro cultural. Por eso estaban allí para también conocer de tradiciones panameñas.

Las artesanas de los tembleques dos Yissel Del Carmen Tello y su madre, quien fue su maestra. Trajeron para exhibir dos cabezas de tembleques. Una de escamas y otra de cuentas de colores. Ambas eran preciosas. Lisbeth hace las cabezas de tembleque por encargó. Su trabajo empieza desde que consigue las escamas de pescado en el puerto y las pone a secar, algunas son teñidas.

Los tembleques, que son adornos en la cabeza de la empollerada, reemplazaron a las flores naturales que usaban las mujeres en su cabeza. Son importantes los detalles. El hilo de plata, cuya madejita puede costar unos 12 dólares, es el más recomendado por ellas, pero muchos compradores optan por una versión más barata. El resultado es un hilo que se va a oxidar en poco tiempo.

La artesana del mundillo, Yesmy Vergara, tenía muchos secretos. Uno que nos maravilló a todos: su mondillo era hecho de una lata grande de leche Klim. Una gran prueba de cómo los artesanos reciclan. Yesmy es maestra y ha enseñado a usar el mundillo a jóvenes desde cero, jóvenes que ni sabían amarrar los palitos o bolillos, que son los que se van cruzando mientras se teje. Si no están bien amarrados se caen.

El artesano varón era el señor Víctor Julio Espino Rivera, quien hace cutarras desde los 11 años de edad y que ya ha cumplido 60 años de vida. Trajo su cuero, el cuchillo y las hormas para armar unas cutarras allí mismo. Mientras hacía las cutarras ya no son una necesidad, ahora son una pieza que la persona escoge. Don Víctor invitó a todos los presentes a aprender artesanías y a poner los teléfonos celulares a un lado, pues mientras eso quita tiempo y es gasto; hacer artesanías da dinero.

Los tres artesanos compartieron sus historias y el trabajo que hay detrás. Todos tienen otras ocupaciones de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. El principal desafío de los artesanos es contar con el compromiso de los clientes, algunos encargan los trabajos y luego no aparecen más.

Así aprendí que los tembleques que tanto me encantaron se hacían por pedido, generalmente la cabeza completa lleva de 10 a 12 piezas. Por supuesto no se hacen de una semana para otra.

Conocer estas historias permite apreciar mejor las artesanías y valorar a las personas que lo hacen.

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