Subí en un taxi en la ciudad de Bogotá, Colombia. El conductor pronto notó que yo de allí no era. Le comenté que esperaba un clima más frío. Todo el mundo me previno de un frío que pela. Él me dijo, como suele decir la gente mayor, que las cosas no son como antes. Ni el frío.

Al preguntarme, ¿y usted de dónde viene?, dudé antes de decirle que era de Panamá. Sospechaba que me diría con un suspiro: “¡Ay, a Panamá nos la quitaron! Ustedes eran de nosotros, y los perdimos”.

¿Pueden creer que en Colombia todavía lloran a Panamá? Tienen que superarlo, han pasado 116 años.

De nada serviría explicarle a ese señor que Panamá se unió al proyecto de Bolívar que era la Gran Colombia, no a Colombia; que Panamá era una nación, y que había intentado separarse varias veces; que Bogotá estaba muy lejos y por supuesto nuestros problemas estaban desatendidos. Esos comentarios, me los dejé en la cartera junto al pasaporte.

Le dije que era de Panamá y después de lamentar la pérdida del istmo agregó algo que me asombró: “ustedes callaron la boca a esos gringos y al mundo que pensaba que no podrían manejar el Canal. Ustedes tienen volando eso”.

Este año se cumplen 20 años de que manos panameñas manejan la vía interoceánica. “Les callamos la boca a los gringos…” creo que nunca he escuchado esa expresión a un panameño, ni a los más soberanistas. Me imagino que alguien lo ha pensado, pero en voz baja.

Meses antes de ese viaje a Bogotá fui a Medellín, allí otro taxista me piropeó Panamá. Porque acá se gana bien, el país está creciendo y tenemos el Canal. En su opinión, éramos afortunados.

Entre el estrés y el enfocarnos en las cosas malas, no nos damos tiempo para ver las ventajas. En vez de copiar el modelo del Canal para otras instituciones, algunos sueñan con echar mano de sus ingresos para crear el programa 150 a los 45. Sí, dar un subsidio de 150 dólares mensuales a quienes tienen 45 o más años.

No es que yo crea que aquí está todo bien. Hay mucho por mejorar. Pero si empezamos a ver las posibilidades y oportunidades de este tierra bendita, muchas puertas podrían abrirse.