Mientras escribo esta nota, hay preocupación y mucha por este señor coronavirus. Que si ya viene, que está en Costa Rica, también en Colombia. ¡Llegó a Panamá!
Esto de la inmediatez de internet nos tiene con el corazón en la boca. Hace 20 años nos habríamos enterado de cada caso un día después. Hoy es como si estuviéramos viendo una película de horror en la que podríamos quedar no de protagonista, sino de actor secundario al que el alien come primero.
El Ministerio de Salud ha informado, ha monitoreado y ha tenido que montar una estructura, en tiempo récord, para atender una situación que ha superado a países con más experiencia y recursos que Panamá.
Somos vulnerables: Justo cuando creemos que lo sabemos todo ¡pam! viene un virus y nos ubica. El carnaval de Venecia se suspendió, el Mobile World Congress, se canceló en España, la Liga Española juega a puertas cerrada y en Panamá se han cancelado ferias y conciertos.
No basta el acceso a la información: Deberíamos ser la gente más enterada, a la que nadie le echa cuento. A mano está la página de la Organización Mundial de la Salud o la del Ministerio de Salud, pero preferimos creer cualquier cosa que nos llega al teléfono ¡y encima la repetimos!
De nada sirve la discriminación: En Costa Rica el primer caso no ocurrió en un chino o en un nicaragüense, fue un estadounidense. En Panamá, tampoco fue un chino u un otro extranjero. ¿Qué tal?
En toda crisis alguien gana, obvio. El gel alcoholado desapareció de los estantes. La gente amaneció en Pricesmart para comprar suministros. Lysol es tendencia en Twitter. Las marcas de lujo venden mascarillas como pan caliente (aunque se ha repetido hasta la saciedad que si usted no tiene síntomas no tiene que usar mascarilla).
El pánico es el peor enemigo: Se ha propagado más miedo que la enfermedad. Las personas que están en vigilancia o que tienen el virus no son zombies come carne. Son hijos o padres de alguien, merecen respeto no insultos.
En lo que debemos estar, no estamos. Hoy más personas serán diagnosticadas de cáncer, vih, diabetes e hipertensión que con el covid-19.
Si las personas y los países estuvieran igual de alerta ante esas enfermedades de siempre, estos malos habrían retrocedido bastante.
El coronavirus se puede dar golpes de pecho. Nos ha recordado la importancia de la salud. Sin ella no podemos hacer nada.