Hay madres a las que no se les escapa una. Entran a casa y de un solo vistazo saben si algo se movió de lugar. Su memoria es mejor que cualquier computadora o nube para almacenar datos.

Hay madres despistadas que temen un día dejar al hijo en algún lado, y salir en un titular del noticiero. Ellas no han perdido la cabeza porque la llevan puesta.

Hay madres víctimas que no paran de lamentar la suerte que les tocó, con esos hijos ingratos.

Hay madres estoicas que se aguantan todo calladas, y por no molestar, no piden ayuda. Nadie se entera del peso que llevan.

Hay madres fiesteras. Madres serias. Mamás con tatuajes. Mamitas que no pueden ir a la esquina sin saludar a diez personas y otras que se mueren de pena cuando alguien las reconoce en la calle.

Hay madres fashion y otras que nunca usaron un labial.

Hay madres salsosas y otras con dos pies izquierdos. Hay madres que son científicas en el Instituto Conmemorativo Gorgas o que son agentes en el Servicio Nacional Aeronaval.

Hay madres que son ministras. Otras son karatecas. Hay maratonistas y malabaristas en el semáforo.

Las hay que van tres veces por semana a llevar a sus hijos a sus terapias. También están las que esperan en la parada a sus hijos, durante la noche, para darles seguridad y compañía durante el camino.

Hay madres que venden fresas con crema, en Volcán. Y algunas hacen talco en sombra en Santo Domingo de Las Tablas.

Existen las que no pueden llegar antes de las nueve de la noche a casa, y están las que se levantan antes de las cuatro de la mañana.

Hay mujeres que, sin haber dado a luz, hicieron todo lo que hace una madre, y por eso merecen ser llamadas así.

Algunas tiene un poquito de varias de las características que he mencionado en párrafos anteriores.

Madre es madre, pero son todas singulares y únicas. Pueden ser cariñosas y también imperfectas. Se arrepienten y se proponen hacerlo mejor mañana.

Porque madre no hay solo una, feliz día a todas.