Tengo una amiga que hace unos años, con esfuerzo, compró un apartamento cerca del Parque Omar. Sus pequeños sobrinos, cuando venían de Capira a visitarla, saltaban de alegría porque irían al “parque de la tía Annie”.

Ella me lo contó con una sonrisa, medio apenada.

Pienso que esos sobrinos no estaban del todo equivocados. Quienes usamos ese lugar, con cierta frecuencia, lo sentimos nuestro.

El parque Omar es de los que hacen tres vueltas -3.5 km- y ni sudan, es de las mujeres y hombres que bailan una hora de zumba en las tardes, es de los escolares que van en excursión, de los grupos de las iglesias, de los jubilosos a los que todo el mundo conoce, de los enamorados, de los paseadores de perro y de los que lo usan como atajo para llegar a su trabajo.

Hace dos años, en 2017, se dio una consulta pública porque se iba a invertir 35 millones de dólares en estructuras y remodelaciones, lo que suponían aumentar la huella de cemento.

A esa consulta fue muchísima gente, preocupada por su parque. La inversión se echó para atrás.

Yo voy al menos cinco veces por semana. Por eso sé que hace unos días tumbaron un árbol detrás de la cancha de tenis. Sé que retiraron unas máquinas de hacer ejercicios para niños y en su lugar llevan rato remodelando el baño que da a la cancha de béisbol. Desde septiembre, no funcionan los baños de la entrada principal.

Hay que ir a unos nuevos, que construyeron, con puertas de colores, pero que por dentro ya lucen destartalados. ¿Se tomaría en cuenta el alto tráfico de usuarios? Para la Jornada Mundial de la Juventud se pusieron bancas nuevas y algunas quedaron casi encima de las viejas. Da la impresión de muebles que se pusieron por poner.

Mi hija también sabe bastante del parque. Me pregunta por qué la fuente de luces que se inauguró en diciembre tiene más de un mes que no funciona.

En el parque hago vida social. Así me enteré de que se cerró una de las entradas que daba a Carrasquilla, a pesar de que los vecinos recogieron firmas para que se mantuviera. El motivo que se les dio: “por allí entran muchos maleantes”. Todavía lamento la clausura de la entrada que daba a la Policlínica del Seguro Social.

No sé si estas medidas se toman solo por estética o por facilitar el trabajo a quienes administran el parque. Perdonen, pero una prioridad deben ser los usuarios.

El parque es aire fresco, sombra, naturaleza, es una invitación a moverse y a despejar la mente, es un lugar de encuentro. ¿Por qué no facilitar el acceso a esas maravillas?