Las primeras olimpiadas que recuerdo fueron las de Los Angeles en 1984. Allí conocí al hijo del viento, Carl Lewis, y lo vi ganar cuatro medallas en atletismo. Conocí a Mary Lou Retton, la superdotada gimnasta estadounidense. Hasta ese momento no sabía yo que había ese tipo de deportes. En ese tiempo no teníamos televisión a colores, y estoy segura de que todo lo que vimos fue por Canal 4, la televisora líder de la época.
Ahora estamos presenciando los Juegos de París 2024, trato de convencer a mi hija de que veamos juntas los Juegos. No soy de las mamás que quiero una hija igual a mí en gustos, pero esto sí lo anhelo: que le encanten los Olímpicos.
Me encantan porque puedo ver un mosaico de deportes: nado sincronizado, clavados, gimnasia, salto de altura, lanzamiento de pértiga, marcha, natación en todo tipo de modalidades y halterofilia. En Paris 2024 hay 32 deportes. Me perdonan los amantes y profesionales del fútbol, pero es que el resto del tiempo el único deporte que parece existir es el fútbol; a veces béisbol; a veces baloncesto. Es como si viéramos siempre en blanco y negro y cada cuatro años viéramos en color.
Una disfruta de ver la excelencia de los favoritos, pero también se emociona cuando ve a un no favorito triunfar. Me encanta quedarme viendo un juego de voleibol entre Eslovenia y Serbia, no le voy a ningún equipo, pero terminó tomando partido.
Me fascina ver la gracia de los clavadistas sincronizados, y la alegría de su barra en las gradas; así como la palmadita de ánimo que reciben de sus entrenadores aún cuando las cosas no salieran bien.
Tantos años como espectadora de Juegos Olímpicos me hace consciente de lo difícil que es llegar allí. Cuando Irving Saladino ganó el Oro en Beijing en 2009 hicimos una fiesta en la oficina. Saltamos y lloramos cuando por primera vez sonó el himno de Panamá en un torneo olímpico.
Yo había entrevistado a Irving y sabía que en un principio él entrenaba con latas de pintura rellenas de cemento. El luego se convirtió en un atleta de élite en centros de alto rendimiento, pero ese origen sencillo en sus inicios era parte de su vida. Nadie sabía ni entendía lo que era el salto de altura, hasta que Irving nos lo enseñó.
Esta semana Panamá se ha vuelto a emocionar con una medalla. La primera medalla olímpica ganada por una panameña la traerá Atheyna Bylon. Si es plata u otro está por verse. Pero seguro a a esta atleta la vamos a recibir en grande, con caravana y ella en el carro de bomberos.
Pienso que somos conscientes de que estamos en deuda con nuestros atletas. No se les da todo lo que necesitan para desarrollar su potencial. Lo que consiguen, casi siempre, es por ellos, sus familiares y entrenadores. Estamos con ellos en el triunfo, pero no en la derrota.
Doy gracias a los Juegos y a sus atletas. De alguna manera verlos enforzarse, superarse a si mismos, ganar medallas nos hace soñar con que sí vale la pena perseguir sueños.
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