Evito todo lo posible leer esas historias que intentan enganchar con títulos como ‘tan hermosa que fue fulanita y mira cómo se ve ahora’. Pero cuando leí: ‘No quiero que mis hijas sean felices’ en un de video en Youtube tuve que entrar a verlo, y eso que tiempo no me sobraba.
¿Quién sería esta malvada que no quiere ver a sus hijas felices? Así descubrí a esta educadora que dictaba una conferencia sobre las emociones y sí decía en algún momento de la charla: No quiero que mis hijas sean felices. En realidad no quería para sus hijas solo la emoción de la felicidad, quería que experimentaran todas las emociones porque son parte de la vida. Los padres nos engañamos si creemos que podemos hacer un camino de pétalos de rosas para nuestros hijos siempre, y más nos engañamos si creemos que eso les hace bien.
No se trata de maltratar a los hijos. Pero la tristeza, el fracaso y la pérdida son parte de nuestra mochila de vida. Es inevitable despedirse de gente o de lugares y en eso vamos a experimentar dolor.
Y hay situaciones más tremendas donde se requiere ayuda adicional. Por mucho tiempo ese tipo de sufrimiento, que no es una rareza, ha sido ignorado y estigmatizado.
La primera vez que supe de la princesa Masako fue a través de una revista Selecciones. Qué afortunada. Se iba a casar con un príncipe en Japón. Lo hizo en 1993. Años después, cuando yo ejercía de periodista, supe de sus problemas de depresión. La gente la compadecía, pero también la juzgaba: no pudo con tanta presión. Era débil.
En esos años la expresión salud mental no se usaba. Se hablaba de enfermedad mental o de debilidad. Y no podías ser débil si querías triunfar en la vida. Las que estábamos por acá al otro lado del mundo, sin reinos ni príncipes teníamos que ser de hierro. Más si eras una mujer moderna que deseabas el éxito profesional y familiar.
Quisiera poder decir que hoy es diferente. Pero algo hemos avanzado. Ya cuestionamos el significado de éxito. Ya no pensamos que la vida es solo producir. Hasta vemos a las celebridades hablar de salud mental o por lo menos no esconderla. Lo ha hecho Sharon Stone, lo hace Charlene de Mónaco, lo hace Abner Benaim en Panamá.
Elizabeth Olsen, la hermana menor de las mellizas Olsen y quien sabe lo que es estar en el ojo público, defendía esta semana en el diario El País que los superhéroes deben mostrar que no son perfectos y que no está bien presentar solo a personas que tienen éxito y no fracasan.
No podemos comparar nuestra vida con la de otros, menos con la de los famosos. Pero si ellos, a los que todos miramos y admiramos, se atreven a mostrar que la tristeza y el dolor son parte de su vida entonces el resto también sabrá que hacerlo no significa debilidad. No está mal estar mal. Y está bien pedir ayuda.