Mientras esperaba en una larga fila en la Caja de Seguro Social para obtener una cita médica, pude ver al funcionario de atención al asegurado agarrar su botellita de espray con alcohol —ahora todos llevamos una— y empezar a rociarla a la ventanilla y a los documentos que intentaba entregarle el paciente del otro lado de la ventanilla.

¡El colmo!, pensé. Es verdad que estamos en medio de una pandemia, pero uno no puede rociar a los demás de esa manera. La fila avanzaba y yo iba pensando en qué le iba a decir a ese atrevido como se le ocurriera usar esa botella de espray conmigo, cual si yo fuera una apestada.

Cuando llegó mi turno, el señor no sacó la botellita, pero aún seguía quejándose. Resulta que aquel a quien había rociado se había hecho un hisopado en el otro extremo del edificio, y en vez de irse a su casa a esperar los resultados, bien resguardado, había aprovechado para también sacar una cita médica.

La pandemia ha puesto de moda nuevas cortesías, como guardar la distancia, quitarse los zapatos en las casas ajenas, y yo agregaría: si te hiciste un hisopado, no sigas de pata de perro y vete a tu casa.

También usar mascarillas es una cortesía. Ayer me subí al ascensor y noté algo raro en el vecino. Luego caí en la cuenta de que se estaba cubriendo la cara con un cartucho; seguro no tenía mascarilla.

Hay quienes por ser tan cuidadosos pecan de melindrosos. Días atrás, cuando me fui a poner mi tercera dosis de la vacuna, había en la larga fila una mujer que insistía en guardar dos, o más, metros de distancia entre una y otra persona. Éramos como 100 en la fila. Si guardábamos esa distancia la cola iba a cruzar la calle. El muchacho que estaba delante de mí y detrás de ella me dijo que esa señora —ella estaba tan lejos que no podía escucharnos- no podría viajar en el Metro, aunque en el Metro él se ha encontrado con gente así de recelosa. Una vez, en hora pico, entre el apretujamiento, una mujer sacó su botella de alcohol y empezó a rociarla a su alrededor; la gente retrocedió, pero él se quedó allí y le puso las manos en señal de que le echara un poco, y ella así lo hizo.

Danos paciencia, y menos alcohol, Señor.