Las mujeres no tienen ningún obstáculo. Ellas pueden hacer lo mismo que los hombres. Nada se los impide. Esto me lo dijo el conductor de una aplicación de transporte que me llevaba a una reunión. Hizo él tal comentario luego de escuchar a alguien, en la radio, decir que había que incluir a más mujeres en la política y también en las ciencias.
No me gusta discutir con personas que acabo de conocer. Además, eran las 2:00 p.m. y hacía tanto calor que el aire acondicionado del carro ni se sentía. Pero más me sofocaban sus palabras. Tuve que decirle que estaba equivocado y que las mujeres no tenían las mismas oportunidades ni en la política ni en la ciencia.
Él con aires de que se las sabía todas, me preguntó: ‘¿Usted sabe quién fue la primera persona en ganar dos premios Nobel?’. Se sorprendió cuando le respondí: ‘Sí, Marie Curie’. Y de esa respuesta se agarró para decirme que eso era la mayor prueba de la igualdad entre hombres y mujeres. Si Marie Curie pudo por qué las demás no. Seguro porque no querían. Además, en Panamá la Constitución no prohibe a las mujeres hacer nada. Solo le faltó decir: ¡caso cerrado!
No pudimos seguir en la discusión porque yo había llegado a mi destino. Y aunque el viaje fuera de siete horas hasta Chiriquí no creo que yo pudiera hacerle cambiar de opinión.
Como él piensan muchos hombres y mujeres. Y ese pensamiento es una roca.
Sí, ya no hay prohibiciones visibles para las mujeres. No en este lado del mundo. Pero están las invisibles y son más fuertes porque se aprenden desde la cuna, porque siempre han estado allí. Ni las vemos. Son nuestro ‘normal’.
Las mujeres alcanzan más títulos. Verdad. Pero en la casa mantienen el título de cuidadora absoluta. Se espera que ellas administren el hogar, cuiden a los niños y a todos los que necesiten cuidado ya sea por salud o edad avanzada.
Si una mujer política debe hacer una gira por semanas fuera de su casa, seguro alguien le preguntará: ‘¿y con quién se quedan tus hijos?’ O ‘¿y tú marido te deja hacer eso?’ Nadie, jamás, le preguntaría a un hombre esas mismas cosas.
Las científicas panameñas deben estudiar en el extranjero para progresar profesionalmente, si tienen hijos esto se convierte en un aspecto importante a considerar. Si tienen novio o esposo ellos podrían tener la última palabra sobre esa decisión profesional de la mujer. Invirtamos los papeles. Si fuera él quien tuviera que estudiar en el extranjero, de su esposa o novia solo se esperaría apoyo. No peros.
Y si bien las científicas disponen de más tiempo y flexibilidad cuando no tienen hijos o marido, resulta que también son presionadas por la gente que les pregunta ¿no tienes hijos? ¿por qué? Obvio que esta pregunta no se le hace a un científico hombre.
No a todas las mujeres este cuestionamiento les afecta igual, pero a muchas sí. Son seres humanos. Hay para quienes ningún logro en la mujer es suficiente si a ello no se le puede sumar la maternidad o el matrimonio.
Estoy pensando en estos temas porque esta semana se celebra el Día de la Niña y la Mujer en la Ciencia, justo este sábado 11 de febrero.
Sí, hay mucha más oportunidades, becas y programas para ellas. Falta ahora voltear la mesa con esos papeles de género que se han asignado. El cuidado del hogar y la familia debe ser equitativo. No una obligación de las mujeres ni una opción del hombre al que se le agradece cuando ‘ayuda’. Las mujeres científicas agradecen que sus maridos las ‘ayuden’.
Es una mentira que las mujeres lo pueden todo. Tampoco lo pueden los hombres. Sin una persona encargada de sus quehaceres domésticos, de hacerle la comida y cuidar de sus hijos los hombres no habrían logrado mucho.
El trabajo doméstico es trabajo e importa. Alguien tiene que hacerlo.
Marie Curie fue una química y física excepcional y su vida también fue una excepción, no la norma. Hasta 2022 la lista de mujeres con un Nobel era de 60. La de los hombres era de 894.