Antes de la pandemia a muchos jefes les daba un ataque de tos nada más de pensar que los empleados pudieran trabajar desde casa. ¡No! ¿cómo iba a ser eso posible? Seguro se la pasarían haciendo cualquier cosa, menos trabajar. ¿Y en Panamá? Menos se puede. Este es el país de los frescos .

Para darse palo los panameños son campeones.

Como en todo, la pandemía vino a poner estas creencias en su lugar. Ajá, ¿no querían teletrabajo? Tomen.  Allí tienen un virus mundial que no deja salir a nadie de casa. Trabajar de manera remota se convirtió en la única forma posible.

Tan pronto se pudo, algunas empresas corrieron a llamar a sus empleados a las oficinas. Por supuesto, hay oficios que no se pueden hacer a larga distancia. Pero hay muchos otros que sí.

Deberíamos empezar por decir que si una empresa teme que sus trabajadores no cumplan si no los vigila, entonces está contratando mal. El empleado que pierde tiempo en su casa, también lo perdía en la oficina.

En muchas empresas se premia a las personas que pasan más tiempo en la oficina, aunque no sean más productivas. Y se mira mal a quienes se van a la hora de salida, aunque ya cumplieron sus objetivos.

Las ventajas de incorporar el teletrabajo en las compañías es más que evidente.  Menos tiempo en tranque es bienestar para las personas. Menos emisiones de carros en la calle es un respiro para el planeta. Más flexibilidad para trabajar desde cualquier lugar es calidad de vida, y aunque algunos no lo crean, un empleado que vive mejor produce más.

Muchas jefes se sorprenderían si supieran a qué hora se levantan sus trabajadores para llegar a tiempo a la oficina.

¿Que más ganan las empresas? Ya lo dije, pero con gusto lo repito: beneficiarse de empleados menos estresados y con una vida familiar más equilibrada. Pero también disminuir el consumo de  luz, agua y tantos otros insumos necesario que necesitan al tener una oficina. Podrían pensar en oficinas más pequeñas. Pues las oficinas serían un lugar para reuniones, encuentros o para asistir por turnos.

Es cierto. Todavía  faltan muchos detalles por afinar. Hay que crear modelos de trabajo para que las personas se sientan conectadas y partes de un equipo. La productividad se debe medir de otra manera que no sea por horas frente a un escritorio.

Quienes estén en teletrabajo, haciendo bien lo que deben hacer, no deberían ser considerados empleados de segunda o privilegiados, según la cultura del lugar.

Y como el presentismo es tan fuerte, lo hemos trasladado a la virtualidad. Mucha gente trabaja ahora más horas porque se siente obligada a responder correos electrónicos y mensajes de trabajo a todas horas.

No quisiera quejarme otra vez del gobierno. Pero, a mi parecer, perdieron la oportunidad de dar el ejemplo. La mayoría de los funcionarios estuvieron siempre en la oficina. El gobierno podría pensar en incentivos para  las empresas que promueven el teletrabajo.

Aunque los desafíos son grandes creo que está puede ser una gran oportunidad para mejorar las forma en la que trabajamos. ¿Nos atreveremos?