Un amigo volvió a su casa ansioso. Corrió a bañarse, cómo siempre hacía, después de estar en la calle. Y limpió cada uno de los frascos, latas y vegetales que compró en el supermercado, como siempre hacía. Hasta el polvo de hornear se le dañó pues, por error le pasó un paño muy húmedo.
En el taxi de vuelta, le había pedido al chofer bajar las ventanas. Y, para mayor protección, se había aplicado varias veces alcohol durante el trayecto. Tantas previsiones se debían a que el conductor del taxi ¡no llevaba mascarilla!
¿Por qué te subiste? Le dije alarmada, cuando me lo contó, y me respondió que lo notó demasiado tarde, y ya tenía todos los paquetes en el taxi. No quise recriminarle más, pues bastante lo hacía él ya.
Si nadie se subiera en ese taxi, y estoy segura que no le abundan los pasajeros por estos días, ese señor se vería forzado a usar el tapabocas. La presión social, en ese caso, es efectiva..
La mascarilla es importante.
En mayo de este año, dos peluqueras en la ciudad de Springfield, Misuri, atendieron a 139 personas mientras ellas tenían síntomas de coronavirus. ¿Saben a cuántos clientes contagiaron? A ninguna, según un estudio del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, que esta semana reveló ese hallazgo.
Tanto las peluqueras como las clientes que atendieron llevaban mascarillas. Hay que decir que las autoridades de Springfield en ese momento recomendaban (no obligaban) su uso, pero la peluquería lo impuso como norma para clientes y trabajadores.
Si aquí en Panamá hay gente que se resiste a cubrirse porque le da calor, le molesta, le sofoca, le pica… allá en En Estados Unidos hay grupos que levantan la voz para decir que su uso es desde una muestra de debilidad hasta un atentado contra la libertad del individuo.
El 15 de enero se detectó el primer caso de Coronavirus en Estados Unidos; todavía ni siquiera se llamaba Covid19. Pero apenas esta semana el presidente de Estados Unidos, el señor Donald Trump, empezó a usarla. Él era uno que las rechazaba ‘no es para mí’, llegó a decir. Como si enfermarse fuera para alguien.
Ahora Trump usa mascarillas no por la evidencia de su eficacia ni por la presión social, es que teme perder las elecciones de noviembre.
De este lado del mundo nos toca cuidarnos y hacer presión para que los demás se protejan y con ello nos protejan, de lo contrario nos va a costar mucho ver la luz al final del coronavirus.