Acabo de leer que en Estados Unidos volvieron a recomendar el uso de mascarillas en espacios cerrados. No me extraña. Cuando leí que el 4 de julio iba a ser considerado una especie de Día de la Independencia, pero de las mascarillas, pensé que era una broma de esas que hacen en los shows nocturnos de parodia de ese país. Lamentablemente no era un chiste malo.

Pero no solo por esos rumbos le tienen inquina a las mascarillas, o eso parece. En Inglaterra también celebraron algo parecido, pero el 19 de julio. A ese día el primer ministro de aquel país le llamó el día de la libertad y la gente se fue a los bares a celebrar sin tapabocas. No sé si las arrojaron como serpentinas. Tan sin sentido era la medida que la habían tenido que retrasar por el aumento de casos, pero apenas bajaron los número decidieron hacerlo. La razón que el primer ministro daba sonaba como: ‘si no lo hacemos ahora, ¿cuando?’.

No quiero decir que sea el caso de este señor, pero muchas de estas celebraciones suenan como a intentos desesperados de malos políticos por hacerle creer a la gente que todo está bien cuando no lo está. Y que se le ha ganado al virus gracias a ellos. Por favor.

No, el virus no se ha ido. ¿Quién dijo que podemos vivir cómo antes? Y no es que yo estoy a favor de los encierros prolongados, los toques de queda y menos de las salidas a la calle por género; pero hay que ser realistas. La enfermedad del Covid 19 sigue allá afuera y tenemos que pelear contra ella no contra las mascarillas.

Hace unos días pasé por la cadena de televisión Medcom y había un grupo de personas protestando contra las vacunas, contra el encierro y por supuesto contra las mascarillas y, claro, estaban allí gritando sin ellas.

No dudo de que muchos políticos se han aprovechado de la pandemia para vivezas, y también aprovecharon otros que no son políticos, pero esta enfermedad no es un invento. Hablen con quienes la han experimentando o con los que han perdido familiares.

Todos queremos retomar una vida parecida a la anterior, pero no basta con brincar y cantar ‘arriba las manos’ para que eso suceda.