En una reunión de amigas conocí a una madre con un hijo en el club de robótica de su escuela. Como suele pasar, había inconformidad entre los padres sobre el manejo del club. Pero, para expresar sus quejas a la escuela se había convertido en costumbre comentarlo a esta madre —la de la reunión— para que ella lo transmitiera a la dirección del plantel. Era una mujer que no temía decir lo que pensaba.
Y una y otra vez lo hizo, ganándose entre las maestras la mirada de “ya viene esta señora” y el calificativo de perequera y ‘conflictiva’.
Hasta que un día, en una reunión, expresó una queja que todos le habían manifestado en privado, pero cuando la directora preguntó si alguien más opinaba lo mismo la dejaron sola. Desde ese momento, renunció a ser la interlocutora del grupo.
En Panamá, me atrevo a decirlo, las personas no dicen lo que en verdad piensan. Si algo les molesta prefieren callar y aguantar. Si pueden, buscan a alguien que hable por ellos. Esa persona es la ‘problemática’.
Para llevar la fiesta en paz hay quienes, en las oficinas, reciben reportes mal hechos, informes incompletos y los arreglan sin decir ni pío a quien lo hizo mal. Para qué, si es más rápido arreglarlo. Y sí lo es, pero la persona volverá a entregar mal y quien lo arregla terminará resentida.
Hace poco, una colega debió ir a su trabajo en muletas. Descubrió que casi no había facilidades para personas con movilidad reducida y las que había estaban muy mal pensadas. A pesar de que era una empresa con cientos de empleados nadie había hablado del tema. Tal vez porque a veces decir que se tiene problemas de movilidad es también reconocer que ya no se está tan joven.
Y así vamos por la vida: soportando situaciones en la casa, el edificio o el país sin decir nada. Con la excusa de: “mejor me quedo callada” o “no quiero problemas”.
Es por eso que cuando nos encontramos con personas de ciertos países donde la costumbre es ser muy directo y llamar al pan pan,nos sentimos atacados.
Claro que a nadie cae bien gente grosera y que confunde la velocidad con el atropello al hacer sus observaciones; tampoco caen bien los que de todo se quejan, pero urge encontrar un justo medio donde sea normal hablar de lo que nos incómoda o hacer una crítica constructiva sin que eso signifique drama, resquemor o romper palitos.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.