En la década de 1990, mientras me daba cabezazos contra la ventana del busito colegial (sí, me pasaba a buscar a las 5:30 a.m.) a veces me llegaba la voz de Tito Rojas cantando: Si esto no es amor, ¿qué es lo que es esto?

El chofer de aquel busito colegial tenía un amplio repertorio de cintas de música con salsa sensual. Acabo de buscar en internet la letra de esa canción que se llama Ella se hizo deseo y, ¡madre mía!, ¿que hacía yo y otros adolescentes oyendo semejante contenido cuasi triple x? Perdón, me estoy desviando del tema.

El caso es que por mucho tiempo se ha considerado que el hombre que sigue y persigue a una mujer la consigue. Hombres obsesionados y desesesperados son mal llamados románticos.

Esos son cuentos. La realidad es que si una persona insiste e insiste a alguien que ya le rechazó, no está siendo romántico ni intenso: está acosando.

Dejemos atrás a Tito Rojas y vengamos a febrero de 2019. Ahora el compañero que te manda constantes chats a medianoche, el que te envía fotos no pedidas en ropa interior, el que da likes a tus fotos con frases que claramente están pasadas y pesadas, no está siendo tampoco romántico, sino agresivo.

Ya no es extraño saber de casos de muchachitas de 13 o 14 años que corretean a otros jovencitos. Hasta hacen que su mamá llame a la mamá de él (y sí, la mamá sinvergüenza que se presta) para preguntar: ¿por qué su hijo no le hace caso a mi hija?

No es telenovela. Lo he visto. Y bueno, decimos que las niñas ahora son más audaces. Por supuesto que queremos niñas más seguras de sí, pero… —aquí hay un pero grande. Lo que están haciendo esas niñas es acosar a sus compañeros.

Hace unos meses entrevisté a la psicóloga tica Margarita Murillo. Ella vino a dictar un taller sobre sexualidad dirigido a jóvenes. Cuando le pregunté sobre esa situación, me respondió que las niñas, por fortuna, se sienten hoy más seguras de expresar lo que sienten, pero lamentablemente algunas lo hacen copiando ese modelo machista de acosar a la otra parte.

Urge enseñar a nuestros jóvenes y a los adultos, si no lo han aprendido, que una cosa es intentar ganarse el afecto o la atención de alguien, y otra es querer forzarlas. Si hay respeto, si uno escucha al otro, entonces podemos hablar de relación y de romance. Lo demás es otra cosa, a veces peligrosa.