Un maestro de meditación contaba en una entrevista cómo enseñaba a sus hijos de entre cinco y siete años de edad esta disciplina. Cuando ya estuvo más en confianza, la entrevistadora, que también era mamá, le preguntó: “Dígame, en serio, ¿cómo es meditar con niños de esa edad en casa?”. Y el maestro suspiró y reconoció que a veces meditaba en el piso de arriba, mientras en el piso de abajo oía algo como: “papá, fulanito me está mirando; papá, menganito me ignoró; papá, ¿puedes venir?’, y a veces no puedo más y les gritó: ¡estoy meditando, caramba!”.

Muchos pensarán que aquel maestro no era tan maestro. Yo pienso que era un hombre sincero.

En los primeros años de vida, los niños pronto pasan de comer y dormir a ser un terremoto con pies. Y aun los que son tranquilos se hacen notar: ‘Mamá, ¿puedo tomar jugo? ¿Me lo abres?’, ‘Mamá, me pica esta etiqueta’ (dos minutos antes de salir de casa); ‘mamá, ¿quieres hacer una manualidad conmigo?’ y acabas de llegar a casa; ‘mamá, quiero dormir contigo’ (y estás esperando a que se duerma para terminar un proyecto).

Cuándo será que tienes tiempo, cuándo volverás a tener silencio, cuándo verás una película que no sea de dibujos animados; cuándo podrás ir a restaurantes sin preocuparte porque saque todas las servilletas del servilletero, una a una.

La respuesta es: pronto.

Sí, uno lo sabe, pero no lo sabe. El tiempo no vuela, es un soplo.

Llegará un momento en que ya no contarán con mamá, no querrán hacer manualidades ni que les celebres sus gracias, o que los lleves a guachinche… tampoco podrás.

Y entonces echarás de menos estrujarlos, hacerles cosquillas, dormir a su lado, llenarlos de besos. Echarás en falta su inocencia, sus palabras inventadas y su emoción al descubrir algo nuevo. Vendrán otras etapas con satisfacciones, claro, pero extrañarás su infancia.

Si fuiste hábil y le diste tiempo y atención cuando la pidió, te seguirá escuchando y te querrá a su lado.

Si aún tienes hijos chicos que quieren vivir trepados a ti, apúrate y gózalos. En un cerrar de ojos crecerán y olvidarás para qué querías tanto tiempo libre.