En una reunión de mujeres, donde apenas nos veíamos a través de las mascarillas, una quiso vender a otra un alcohol con olor a lavanda (¿qué les puedo decir? Esa es la nueva normalidad).
‘Ahora te pago’, dijo la feliz compradora rociándo el alcohol lavandoso en sus manos. ¡Pásame un Yappy!, dijo la otra como si fuera la cosa más natural del mundo. ‘Ah no, yo no tengo eso’, le contestó la otra.
Y después de esa expresión aquella reunión quedó dividida entre las que estaban totalmente a favor del Yappy y las escépticas que no se animaban a probarlo. Esta, ahora, popular forma de pago en Panamá permite transferir dinero a través de una aplicación telefónica con solo tener el número del celular de la persona y una cuenta en banca en línea del banco que ofrece este servicio.
Este sistema de pago tiene mucho que agradecer a la pandemia. Con ella cogió alas pues urgía métodos de pago ágiles y sin contacto. Cierto que es un método sencillísimo. Además usted puede pedir plata por Yappy no solo mandarla.
Antes de la pandemia, recuerdo que hacía poco había salido ese sistema, yo tenía uno o dos días de utilizarlo, cuando una conocida me dijo que le pagara por allí una masa de maíz.
Como yo sabía que ella no era para nada amante de la tecnología no resistí preguntarle: ‘¿y ya tú usas eso?’. Me explicó que el día anterior su sobrino universitario se lo había instalado en un dos por tres. Insisto, es demasiado fácil. Y resuelve.
Hace unos días salí a un pizzería cercana con mi hija. Me di cuenta de que no tenía la cartera. La dejé en casa. Mi hija me miraba con hambre. Le pregunté a la de la pizza que si podía pagarle con Yappy, y puedo jurar que hasta le dio gusto decirme que no. Pero una señora que estaba cerca oyó nuestro predicamento me dijo que ella me podía pagar la pizza y que yo le pasara el Yappy. ¡Qué amable!
Volviendo a nuestra mesa, las fieles defensoras del no uso del Yappy, aunque eran poquitas, insistían en que ellas estaban bien pagando sus cosas como siempre, y algunas hasta dijeron que hacían todo asistiendo al banco.
Me gustó ser parte de esa conversación porque me recordó que a veces pensamos que todo el mundo está en la misma página. Pero no es así, hay quienes prefieren hacer sus cosas de manera distinta. Hay quienes se mantienen en su posición, más todavía, sí el mundo insiste en presionarle para que cambie. Vamos a llegar a un punto en que este y otros sistemas sean la forma más común de pago, pero siempre habrá quienes se resistan.