Permiso. Voy a tomar prestada esta frase, con la que la galería Allegro tituló este año una exposición colectiva: ‘Tu no pareces panameño’.
A veces así mismo se siente ser de este país: agarrar de otros lados, agregar o —mejor dicho— echar elementos diferentes en esta mochila ¿o motete? de nuestra identidad.
‘Tu no pareces panameño’ es una expresión que muchos hemos dicho y algunos escuchado, no siempre con buena cara.
Cuando vemos a alguien puntual, trabajador, formal en sus maneras, o muy servicial, entonces decimos: ‘tu no pareces panameño’.
O cuando alguien demuestra tener dos pies izquierdos, ser abstemio, alérgico a los carnavales, desinteresado por el futuro de la marea roja o indiferente al arroz, soltamos: ‘¡tu no pareces panameño!’
Si viajo a otro país y alguien, que ya conoce Panamá, se entera de que soy panameña quiere indagar de qué parte. ¿Colón? ¿Bocas del Toro? Necesita que le ayude a entender el color de mi piel.
‘Soy panameña, de la capital’, les digo y algunos no me creen. Pero yo me siento muy panameña cuando camino por las calles más populares del país.
Y es que en Panamá hay gente de tantos lados que a veces, por el físico, es difícil definirnos o sacarnos.
Una persona blanca, fula y de ojos claros también puede ser panameña. Hay muchos en provincias.
Panameños también son, por supuesto, los habitantes de la comarca que han conocido esta tierra durante siglos.
Somos de diferentes colores. Y somos de diferentes religiones.
Alguien me decía que internacionalmente no se comprende como en un lugar, ejemplo la Zona Libre, hacen negocios individuos de diferentes religiones, gente que allá fuera no se puede ni ver y que aquí hacen tratos y se llevan bien.
Bueno, eso es ser panameño.
También lo es tener un abuelo chino, una mamá nicaragüense o un bisabuelo español.
Pienso que somos pacíficos, pero no busquen lo que está quieto.
Tomo otra expresión prestada, esta es del gran pintor veragüense quien a vez suele citar al poeta Manuel Orestes Nieto cuando dice que la identidad panameña aún no ha llegado a puerto, va navegando. No significa que no existe, sino que aún está explorando y enriqueciéndose.