Mientras escribo bebo un tinto (café). Estoy en la carrera 70 de Medellín. No saben lo bien que se pone la fiesta aquí en la noche… pero me estoy adelantando en lo que les quiero contar.
Me vine a Medellín con las maletas flaquitas y la cabeza llena de encargos. Que si un bolso guayú, que si un café de Pergamino, que si una medicina porque acá están más baratas. ¡Cómo se nos puso caro Panamá!
Vine al Festival Gabo, una reunión de periodismo donde exponen los mejores de América Latina. Aquí están nuestras estrellas de rock.
El festival es respaldado por la Alcaldía de Medellín y de eso hoy quiero escribir: de la ciudad.
“Toma el metro”, me recomendaron desde Panamá. Allá me recomendaron “tome el metro más lindo del mundo”, ajá, y es que ya los estoy asomando al orgullo paisa.
Tenía rato de que no visitaba una ciudad donde la gente me preguntaba con tantas ganas: “¿y qué le ha parecido la ciudad?”. Claro, esperaban una respuesta positiva o bacana.
Sí, me impresionó. La ciudad muy limpia, la gente amable, ciclovías, comida y café sabroso, y un clima fresquito, con librerías tan buenas como Grammata.
Los guías y conductores me recitaron los premios que se ha ganado Medellín, y hubo hasta quien me habló del gran trabajo de los alcaldes, que venciendo egos han procurado continuar los proyectos.
El metro, con 30 años, está como si fuera nuevo, limpio, ordenado, con gente que te mira feo si no sigues las normas, con fragmentos de poesía en la pared y piezas de arte en cada estación.
Subí al metrocable que interconecta el centro con las comunas, los barrios de los estratos 1 y 2 como me explicaron.
Nuestra guía, Clarita, nos hizo saber que la pulcritud de la ciudad nació con el programa Cultura Metro, el único metro que hay en Colombia y que, ya les dije, hincha el pecho de los paisas.
Ese repetir: “no ensucie”, “no grite”, “no empuje”, “cuide”… quedó registrado en la memoria de los ciudadanos. “Las escobitas” y “los jardineritos”, personas que barren y arreglan los jardines, son otro orgullo de la ciudad. Las empresas se encargan también del cuidado de ciertos espacios públicos.
Lo último es que tienen un proyecto que se llama la fotoculta, que es una cámara de videovigilancia, pero no hace lo que ustedes piensan, sino que ¡felicita a los que manejan bien o a los que ceden el paso! Porque no basta con sancionar, también hay que felicitar.
Medellín no es perfecta. Lucha contra la contaminación, aún pelea por quitarse la sombra de Pablo Escobar, y con 4 millones de habitantes hay varios problemas sociales que atender. La inmigración de venezolanos es también un tema del que se habla todo el día. Pero lo que se ha logrado inspira.
En Panamá tenemos un metro bueno también, con un programa de educación llamado metrocultura; esperemos que pronto eso que vemos reflejado allí se empiece a extender al resto de la ciudad, y que nuestros gobernantes y empresarios también se dediquen a pensar en cómo quieren que sea Panamá en 30 años.