Yalitza Aparicio es una actriz que por estos días se pasea de lo lindo en las alfombras rojas de Hollywood. Tiene derecho a ello: la película que protagoniza, Roma, recibe nominaciones hasta el cansancio y acaba de ganar dos Globos de Oro, uno por mejor película extranjera y otro por mejor dirección. O sea, un premio de peso, con perdón de los galardones a mejor efecto especial.
Su actuación ha sido además aplaudida. Yalitza es mexicana, ¡viva México!, pero a muchos su presencia les incómoda.
Y es que ella no se parece a Lucía Méndez en sus años dorados, ni a Ximena Navarrete, la miss Universo. Yalitza es una oaxaqueña que, además de español, habla mixteco. Ella ni sabía quién era ese señor Alfonso Cuarón cuando una amiga la invitó a que la acompañara a una audición.
Aquella amiga quedó embarazada y Yalitza terminó postulándose para el papel. Como están las cosas en México y en el mundo, hay que decirlo, Yalitza hasta llegó a dudar de si la audición era seria y no una trampa para trata de personas.
No lo era. Alfonso Cuarón, el gran director mexicano, preparaba una película inspirada en una persona muy importante para él: su nana Liboria. Para interpretarla buscaba a una indígena, aunque no fuera actriz. Esa fue la maestra Yalitza Aparicio, hija de una empleada doméstica.
En estos meses en que ella ha aparecido en portada de Vogue o retratada en Vanity Fair ha sido alabada e insultada: “la mona aunque se vista de seda mona se queda”, le escriben en redes sociales.
Parece que a algunos les ofende que ella represente a México. Como me dijo una amiga: “es que los indígenas no suelen aparecer ni de personal doméstico en sus telenovelas”.
No es que Yalitza es más mexicana que otros. Es que también es mexicana y debería ser incluida y respetada.
Me recuerda un poco lo mucho que a algunos les molestaba que la miss panameña Rosa Montezuma llevara una nagua a encuentros internacionales. “La gente va a pensar que todos en Panamá andamos así”, decían algunos con las cejas levantada en Twitter.
Cierto. Crecimos escuchando en la casa y la calle frases despectivas como: “parece un indio”. Pero ya fue suficiente. Botemos esos anteojos racistas y miremos lo obvio: América Latina es lo que es por su riqueza indígena.