Esta mañana fui al parque Omar y estaba muy limpio. Bueno, yo sabía que tenía que ver con que ayer se clausuró la Jornada Mundial de la Juventud, cuando los servicios de aseo funcionaron de maravilla.
Durante ese periodo el parque tuvo sus baños públicos impecables. Me consta porque la gente salía diciendo “¡y está limpiecito!”, como si fuera una rareza. Y lo era. Claro que el país más limpio no es el que más basura recoge, sino el que menos ensucia. Así que una ciudad aseada es responsabilidad de todos.
Pero lo del aseo no fue todo. El primer día que pasó el papa Francisco por las avenidas panameñas, vi con mis ojitos una cuadrilla veloz que recogía las vallas; lo hicieron con una efectividad que casi me dije: “¿estoy en Panamá?”.
Tanta eficiencia empezó a ser motivo de conversación. Una colega me comentó que su hermano, que durante años ha viajado por tierra entre Costa Rica y Panamá, quedó sorprendido con su reciente tránsito por Paso Canoas. No solo no había la fila propia de un país que tiene una actividad masiva, sino que avanzó más rápido que nunca. Ojalá fuera siempre así, lamentaba él.
Ha quedado demostrado que los panameños somos capaces de hacer las cosas bien, pero cuando nos da la gana, parece.
Por supuesto, hubo asuntos de la jornada que pudieron hacerse mejor, por ejemplo, avisar con más tiempo a los anfitriones que sus peregrinos no iban a llegar y, en vista de eso, hacer saber a la ciudadanía que podía asistir a los conciertos y las actividades públicas que, en principio, entendimos la mayoría, eran solo para los peregrinos. Me perdonan, pero esto también tengo que decirlo.
Sí señores, podemos ser mejores. No solo en la empresa pública; también en la privada. No es raro encontrar dependientes que te hacen sentir que los estás estorbando: “¿Usted para qué vino a comprar y no se quedó en su casa?”, dicen con su mirada.
Cuando hacemos un trabajo mediocre no perjudicamos al jefe que nos cae mal ni a la empresa que nos ha decepcionado. Nos perjudicamos como profesionales y como panameños. Hay que ponerle ganas a lo que hacemos.