Estoy meditando. Bueno, no en este momento. Ahora estoy con todos mis sentidos aquí frente a la pantalla, escribiendo. Después de oír muchas veces la recomendación de meditar he hecho caso y me he puesto manos a la obra. Mejor dicho me he sentado, me he relajado y cerrado los ojos concentrada en mi respiración.

Antes, lo había intentando pero sin resultados. Miento. Sí me resultó para caer profundamente dormida luego de un par de minutos ¿o segundos?

Si bien uno de los beneficios de la práctica es mejorar el sueño, me adelanté al quedarme dormida en medio de ella. Tampoco es así.

Apenas llevo unas semanas. Ni debería estar contando esto. Pero los resultados que ya he visto me parecen suficientes como para salir corriendo a decirles que lo intenten.

Meditar no es sentarse en un lugar por media hora sin moverse, con la mente en blanco. La mente no se vacía de pensamientos y siempre habrá resistencia del cuerpo porque estar mucho tiempo en una misma posición no es fácil. Algo siempre te duele o te pica. No es mentira aquello de mayo es el mes de las moscas.

Tampoco es ejercer un control de la mente como si fuera un superpoder. Bueno, al menos no esta meditación que nos ocupa hoy. En mi experiencia, pequeñita, es tomar unos minutos para concentrarse en una y darse cuenta de cómo estoy, qué siento, qué me está preocupando.

En tiempos de tanta ansiedad y miedo por el futuro qué bien hace cualquier espacio que uno se pueda dar para mirarse y calmarse. Un hábito que debería ser tan importante como bañarse, pero que por alguna razón creemos que no le podemos dar ni cinco minutos.

Algo que me ha permitido ver esta práctica es la cantidad de pensamientos de culpa y de temor que me rondan. Parecen chitras en un manglar. Por qué no me vienen más pensamientos como: ‘quizás mañana alguien me envíe un arreglo de flores?, ¿y qué tal si me ganó el carro ese de la tómbola?, ¿qué tal si consigo unos aguacates de mantequilla? Ya se mi hizo agua la boca.

Esos pensamientos de arriba son raros o al menos se van muy rápido. Los que me llegan fácil y se quedan allí dando vueltas son: ‘¿Cómo pude equivocarme y escribir mal el nombre de esa persona que entrevisté hace tres años’, ‘Me invitaron a dictar una conferencia pero creo que otra persona lo haría mejor’, ‘Qué tal si a nadie le gusta lo que escribo’, ‘Qué tal si me da la viruela del mono’... bueno, eso último no lo había pensado hasta ahora.

La meditación ayuda a ver esos pensamientos pasar y decirles. ‘Ya te vi, estás allí, pero ahora no te puedo atender’.

Hay lugares en Panamá que ofrecen espacios para meditar, pero en Youtube también se consiguen muchos videos. Uno tiene que probar hasta encontrar el que se ajuste a uno. Porque hay distintas formas de hacerlo. Hay meditaciones breves y otras muy largas. Si usted nunca lo ha hecho vaya de poquito a poquito.

Por alguna razón pensé que esto no era para mí. Pero ahora creo que esa creencia es igual a decir: “los vegetales y la fruta fresca no son para mí”. La meditación es genial.