Por mucho tiempo mi mamá tuvo dos teléfonos. El gallito y el otro que solo usaba en la casa lejos de los codiciosos ojos de los ladrones. Cualquiera pensaría que mi mamá vive en una ciudad extremadamente peligrosa, no en Panamá donde la gente se la pasa pegada a sus teléfonos lo mismo en la parada de autobús que caminando hacia una alcantarilla sin tapa.
La cosa es que a la calle salía con su teléfono sencillo y en la casa usaba el que tenía internet.
Ah y lo del gallito viene de una jerga familiar. Cuando éramos niños, en Panamá Viejo, había cosas buenas y cosas gallas. O cosas de marcas y cosas que no lo eran. Lo bueno es que la mayoría de los niños teníamos cosas gallas, así que a nadie le importaba. Pero a veces alguien nos lo recordaba.
Es buenos recordar que los primeros teléfonos celulares eran todos básicos: para llamar y, si acaso, recibir mensajes por escrito. Había el buzón de voz, cosa que todavía existe, pero cayó en desuso. Bueno, me estoy perdiendo en esta historia.
Lo que les quiero contar es que se han puesto de moda, bueno quizás eso es mucho decir, pero sí se han vendido algunas unidades más de teléfonos que solo son para hacer llamadas. O sea no tienen pantallas táctiles, menos internet, ni whatsapp.
Después de cinco años de pandemia donde pensamos que las pantallas eran la salvación nos hemos dado cuenta de que se nos fue la mano en pollo o en notificaciones. El uso excesivo de los teléfonos nos está causando fatiga, estrés y nos distrae de lo verdaderamente importante.
Creo que todos podemos estar de acuerdo en que el teléfono inteligente nos permite comunicarnos fácilmente, casi podemos decir que es nuestra oficina portátil y también centro de entretenimiento pues podemos llevar con nosotros nuestras películas, videojuego, música y todas las redes sociales.
Lo bueno de eso es también lo que lo hace malo. Yo recuerdo un tiempo en que podías salir de la oficina y salías. Volvías al día siguiente. Ahora nunca sales del trabajo o es muy difícil hacerlo: los correos por contestar, los mensajes por responder, la tentación de adelantar un proyecto está siempre allí y los demás lo saben, y las organizaciones esperan que estén siempre conectado.
Todo lo anterior lo hacemos mientras estamos pendientes de las notificaciones de las redes sociales, mientras entramos a buscar una información de un local en Instagram y nos quedamos allí media hora mirando una y otra, y otra, y otra historia, reel, video que el algoritmo nos manda: un chiste, un meme, una foto de cumpleaños de un colega de hace tres vidas.
Así que por eso me he planteado si me compro un gallito, un teléfono nada más de llamadas. Pero creo que no es la solución. Los teléfonos, al menos por ahora, no van a cambiar. Tenemos que hacerlo nosotros siendo más conscientes de nuestras elecciones. Y no cruzarnos de brazos con la excusa de es la tecnología y eso es lo que hay.
A las plataformas les interesa que cada uno de nosotros estemos pegados, por eso piensan día y noche cómo engancharnos más. Ese es su objetivo, pero el nuestro debe ser aprovechar esas herramientas y entenderlas. Si el teléfono es inteligente debemos nosotros serlo más, usarlo y no que nos use.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.